No he podido evitar rememorar el
triunfo de Boris Yeltsin en las elecciones de junio de 1991, donde se presentó
como independiente obteniendo el 57% de los votos. Y me ha venido rápidamente a
la memoria por ciertas similitudes que he observado en relación a Donald Trump
en su triunfo en las elecciones del martes pasado.
Los de la época, recordaremos
como aprovechó Yeltsin el intento de golpe de estado de los militares contra
Gorvachov, para subirse en un tanque y lanzar sus proclamas contra el sistema
comunista, arrogándose el triunfo contra la intentona y arremetiendo contra la
casta dominante. En unos meses destapó sus verdaderas intenciones, desmantelar
la Unión Soviética de punta a rabo, sin ocultar su alcoholismo pronunciado, su
machismo y sus tendencias neocapitalistas.
Muchos pensamos del proceso en
Moscú que había estado guiado por los Estados Unidos, sabiendo con
posterioridad que los verdaderos artífices de la obra escenificada habían sido
los miembros del Club Bilderberg, junto a las empresas armamentistas
norteamericanas y el apoyo siniestro de grandes empresas de Estados Unidos. Una
ayudita tuvo que prestar la CIA pero camuflada entre tanto barullo.
Lo de Donald Trump ha sido muy
similar, salvando las distancias. El sistema estadounidense pendía de un hilo a
la espera de que algún iluminado hiciera saltar por los aires la desafortunada
burocracia estatal. Pasar de que todo está atado y bien atado a sublevar a las
masas contra los inmigrantes, reforzar la tenencia de armas, posicionarse en contra de la globalización
deslocalizadora y negar la necesidad de ratificar ningún acuerdo ni pagar
impuesto como país para luchar contra el Cambio Climático, resultó un buen
discurso para una población desmotivada y sometida a decenios de control
federal.
Además de que su competidora
tenía un discurso bastante vago, basado principalmente en lo malo que sería que
su oponente obtuviera la Casa Blanca, Trump ha sabido conjugar las coyunturas
para ganar unas elecciones que nadie esperaba que las ganase. Pero ha recibido
apoyos muy importantes, sobre todo de la Asociación Nacional del Rifle y del
Kukusklan, tocando la fibra sensible del americano medio y blanco para
devolverle la visión de que en sus manos estaba cambiar el sistema. ¿Así lo ha
conseguido?. Me temo que no solo así.
Los poderes fácticos mundiales
valoraban con peligro los mandatos de ocho años de Obama y los lobbys
estadounidenses se han movido como nunca para erradicar un relevo demócrata en
la Presidencia del país. Han aprovechado que este señor pasaba por allí para
atacar con toda su artillería y reforzar en sus dominios la idea de la
necesidad de un cambio. Volver a la América para los Americanos es un discurso
que ha calado con facilidad a pesar de lo impresentable del personaje,
xenófobo, machista, enriquecido a costa del ladrillo, casinos y otros negocios
inconfesables.
Lo de Yeltsin duró ocho largos
años, con dos guerra en Chechenia y cientos de asesinados en el asedio a la
Casa Blanca Rusa. Desconocemos en qué líos nos meterá Donald Trump, pero hemos
de ir tomando nota de la historia y prepararnos para lo peor. Las empresas de
armamento no apoyan gratis y pronto querrán cobrarse sus apoyos con contratos
millonarios o algunas guerras con intervención directa del ejercito de los
Estados Unidos, que realmente es lo que les da dinero.
No se trata de prejuicios
conspirativos, sino del aprendizaje que la historia nos ha ido dejando. Hoy la
Casa Blanca se prepara para recibir al nuevo inquilino que tomará posesión el
20 de Enero próximo, pero el resto del mundo hemos de prepararnos para sufrir
un retroceso brutal en consolidación de Derechos Humanos y en la lucha por el
sostenimiento del Planeta, que sin duda serán puestos en peligro por semejante
personaje.