lunes, 29 de junio de 2015

EL DRAMA GRIEGO


Pertenecer a un club de países que deja al margen a los habitantes de esos países, para obligarles a vivir arrodillados a los especuladores financieros, no deja de tener su parte de masoquismo. La Unión Europea se ha construido por arriba, desde los gobiernos y con sus instituciones financieras, aprobando memorándum leoninos para su pertenencia y creando con el Fondo Monetario Internacional las bases del control económico de la población para vivir peor. Grecia tiene actualmente una deuda de 256.000 millones de euros, engendrada por los gobiernos anteriores al de Syriza, que ha ido engordándose con los intereses y que hoy por hoy es absolutamente impagable. Tan impagable como la deuda portuguesa, irlandesa o española.

Pero desde la Unión Europea y el Sistema Financiero Internacional, no van a permitir que el gobierno actual de Grecia les plante cara, creando un precedente que rompería sus dinámicas de beneficios, fundamentalmente de la banca, y que pondría en peligro su diseño de una Europa para los mercados, en lugar de una Europa para los europeos. De ahí que la troika se niegue en banda a aceptar nuevas propuestas renegociadas de la deuda griega, obligando a todo un gobierno y a un pueblo a acometer sus condiciones si quiere recibir más dinero.

Es lo mismo que ya han hecho en otros países. En España, sin ir más lejos, el gobierno de Rajoy aceptó las condiciones impuestas y fruto de ello fueron los recortes sufridos por una población que hoy es mucho más pobre que en 2008 y cuenta con unos servicios públicos de muchísima menos calidad por las restricciones presupuestarias impuestas desde Bruselas. Nuestra deuda es cuatro veces la deuda griega, pero nos seguirán dando plazos y dinero si somos fieles observadores de sus condiciones, aunque sea el pueblo quien haya de sufrir las consecuencias. A los gobiernos “amigos”, aquellos que actúan bajo el poder de los especuladores financieros, hay que apoyarles. Pero a aquellos que se resistan a aceptar el mandato y se crean soberanos, han de sufrir el castigo de los dioses del dinero, para que no cunda el ejemplo.

Rajoy se ha apresurado a afirmar que esto es lo que le pasaría a España si Podemos gobernara el país. Le ha faltado tiempo para difundir el guión que le han marcado desde el Eurogrupo. Pero se olvida, como se olvidaron en el caso de Grecia, que las medidas de recortes impuestos por la troika y bendecidas por el PP, han hecho un daño terrible a una amplia base social de europeos, que no están dispuestos a sucumbir a cualquier precio para permanecer a un club que nunca fue diseñado para ellos.

Habrá que buscar otras alternativas. Seguro que las hay y las encuentran. Pero mientras tanto, el pueblo griego está llamado a referéndum para decidir, cosa que da grima a los que gobernaron a golpe de recortes por decreto. La democracia es un sistema muy sano, pero ojo, si no les gustan sus resultados no dudarán en obstaculizarla por todos los medios. Legales, claro.

OTOÑO CALIENTE


Si las altas temperaturas del inaugurado verano amenazan con derretirnos, hemos de prepararnos para un Otoño Caliente en lo político, que nos someterá a un bombardeo de posibilidades y opciones de cambio que, cuando menos, será interesante observar.

Se retiran a sus escuelas de verano, universidades y campus, los sesudos de los partidos para analizar las jugadas, tácticas y estrategias a poner en marcha a más tardar a finales de agosto. Hay quien se atreve a asegurar que Rajoy tiene escondida en la manga la convocatoria anticipada de elecciones generales para el 27 de septiembre, condenando a la oscuridad las autonómicas catalanas. Para ello, tendría que disolver las cámaras en el mes de julio, con lo cual saldremos de dudas en los próximos días.

Lo más probable es que vayamos a las urnas a finales de noviembre, eso sí, con unos presupuestos 2016 aprobados por el rodillo popular que obligará al nuevo gobierno a las típicas modificaciones presupuestarias para cambiar algunas políticas públicas. Mientras el PP se enzarza en sus luchas internas tras los pésimos resultados de Andalucía, autonómicas y municipales, el PSOE intenta sacar pecho tras el peor resultado de su historia desde que las urnas volvieron, amenazados ahora por la imputación en los ERES de Andalucía de dos de sus presidentes y dos consejeros. El verano es posible que les ayude a suavizar el impacto, pero no cabe duda que los viejos partidos están en la UCI desde las europeas del año pasado.

Los llamados “emergentes”, Podemos y Ciudadanos, aprovechan la situación para ir ganando músculo. Se enfrentan a la posibilidad de ser gobierno o de decidir el mismo, con lo cual han de prepararse a fondo para obtener resultados ganadores. Ciudadanos debe aclararse en sus políticas de pactos, pues en municipales y autonómicas ha jugado a varias bandas, cosa que no ha gustado a sus nuevos votantes. Ha apuntalado básicamente al Partido Popular y eso puede traerle consecuencias negativas en las generales.

Por su parte, Podemos, debe aprovechar la frescura de las candidaturas ciudadanas y los avances obtenidos en Cataluña, Galicia, Valencia y Madrid, para impulsar un proyecto lo más amplio posible, si quiere de verdad ser alternativa de gobierno y no un mero soporte del PSOE. El pueblo no quiere ser utilizado para las opciones de cambio, quiere cambio. Por eso habrá que ser muy cuidadoso en lo que se traslada a los electores para evitar caer en la simplona manipulación de siempre.

Equo se perfila como la opción alternativa más consolidada y su apuesta por la confluencia ha sido muy bien valorada en las municipales y autonómicas. Un partido verde que ha ido calando en la opinión pública cada vez más concienciada sobre la importancia y necesidad de la ecología en política.

Así las cosas, el verano y las vacaciones vienen a darnos un “tiempo muerto”, que hemos de aprovechar para ir reflexionando sobre las distintas opciones, antes de llegar al otoño caliente que nos espera.

martes, 2 de junio de 2015

ES LA HORA


Cuando en Marzo del año pasado las Marchas por la Dignidad llegaron a Madrid, pudimos vislumbrar en qué se podría traducir la posibilidad de cambiar realmente la situación política de nuestro país. Cientos de colectivos sociales, partidos políticos, sindicatos, mareas ciudadanas, inundaron la capital del reino con unos puntos de acuerdo mínimos para gritar ¡basta!. Era la unidad en estado puro, la unidad social, reivindicativa y progresista, la que es capaz de ponerse de acuerdo en la calle.

Con el impulso del 15M en 2011 y la enorme concentración del 22M del año pasado, la ciudadanía demuestra su capacidad de hartazgo y su inteligencia para realizar propuestas comunes para la búsqueda del bien común. Todo eso había que traducirlo en respuesta electoral, apareciendo la opción de Podemos, primero en las europeas y luego en las andaluzas, luego en plataformas de confluencia en municipales y autonómicas. Ahora nos enfrentamos al verdadero reto que debe intentar concretar esa plasmación del 15M y de la Marcha Dignidad en alternativa de cambio político en España.

Ha llegado el momento de la altura de miras, de los objetivos comunes y de la inteligencia progresista. Nuestro país precisa con urgencia de una alternativa política real, que asuma las propuestas de la Dignidad, que se coloque al frente y que al mismo tiempo sepa convertirse en un contrapoder. Los poderes económicos, financieros, mediáticos y de la vieja política al servicio de los anteriores, intentarán por todos los medios a su alcance (y son muchos), evitar cualquier opción de cambio transformador.

Antes de septiembre la convergencia tiene que darse, sí o sí. No queda otra. Las mareas sociales y ciudadanas tienen que indicar el camino a los partidos políticos y plataformas electorales para hacer realidad la alternativa. El bipartidismo recurrirá a la Gran Coalición para defender el sistema financiero y sus propios intereses, pero la ciudadanía ha de encontrar que la opción de cambio es seria, contundente y sin fisuras. Si desaprovechamos este momento histórico y los partidos del cambio se enrocan en sus marcas sin ver más allá de sus narices, le estaremos sirviendo las copas de cava al bipartidismo el día de las elecciones generales.

Es la hora de la generosidad, de la alegría de poder caminar juntos para derrocar la ignominia, de colocar el interés general por encima de los objetivos de partido. Es la hora del cambio, de movilizarnos por las grandes propuestas sociales, ecológicas y del bien común. Es la hora del pueblo.