Durante algo más de dos meses, hemos contemplado un proceso según el cual un partido político, el PP, ha conseguido la confianza de los españoles para realizar lo que ellos han denominado “El Cambio”, sin soltar prenda de cuáles serán las medidas que implantarán en nuestro país. Todo un logro en los tiempos que corren, pues los electores le han dado un cheque absolutamente en blanco para que Mariano Rajoy haga lo que quiera, bajo la premisa de que no lo hicieran los otros.
Ha obtenido los mejores resultados de su historia como partido y una mayoría abrumadora que le permitirá ejecutar todos “los cambios” que estime oportunos, aunque a las fechas que estamos aún no ha señalado ni una sola de las medidas que acometerá al tomar posesión de la Presidencia el 22 de Diciembre.
Sin embargo, todos sabemos que la situación económica en Europa y, especialmente, en España, reviste una gravedad extrema y amerita toda una serie de medidas económicas que han de ponerse en marcha a la mayor brevedad posible. Los ciudadanos han elegido libremente una de las opciones que se presentaba para darle carta blanca, toda la confianza del pueblo para que el gobernante acometa las medidas necesarias.
Estas medidas que se avecinan inexorablemente van a significar un auténtico ajuste estructural en nuestro país, de tintes muy parecidos a los planes ejecutados en América Latina a finales de los 80 principios de los 90. Medidas que no tendrán una repercusión inmediata sobre nuestra economía, sino que al ser estructurales manifestarán sus resultados a medio plazo.
Bajada y recorte de salarios, facilidades al despido, reducción del funcionariado en España, reducción del gasto en políticas sociales, especialmente salud y educación, minimizar las inversiones públicas, privatizaciones de empresas públicas, subida de impuestos y todo lo que sea necesario para alcanzar el déficit exigido por la Unión Europea.
Obviamente tendremos movilizaciones sociales, casi a la griega, porque además de forma inmediata (2012) crecerá el número de parados a 5 millones y medio y nuestro crecimiento no llegará al 0’4% (OCDE). Será el momento de acordarnos del refranero español: “Sarna con gusto nunca pica”, encargándose nuestros dirigentes de suministrar cantidades industriales de “anestesia” para que el personal sufra lo menos posible.
Lo que ocurre es que la anestesia no cura el mal endémico sino que únicamente bloquea la sensibilidad táctil o dolorosa de un paciente, y no sabemos hasta qué punto la sociedad española estará dispuesta a someterse a la hipnosis y relajación suministrada.
Nos esperan tiempos muy difíciles en los que tenemos que demostrar nuestra capacidad como país para afrontar este gran reto, pero cuidado con las medidas que se adoptan porque el personal no está para bromas.