Me decía una amiga sexagenaria
que ella siempre había votado al candidato más guapo. Más allá de sus
imposibles fantasías sexuales, los programas quedaban en un lugar residual a la
hora de seleccionar y decidir su voto. Le pasó con Suárez, con González y con
Aznar, rompiendo su tendencia con el voto a Rajoy, porque ZP no le caía bien.
De moda con los yogurines, ahora
va a votar a Rivera, con su edad las fantasías suelen extremarse deseando
probar bocados jóvenes. Dice que no le importa que haya dejado a su mujer y a
sus hijas, ni que esté enrollado con alguna jovencita de su partido, que un
toque canalla también le gusta y que para eso están los delirios y los sueños.
A Pablo Iglesias no le votará porque los hombres con coleta le parecen afeminados
y además son bolivarianos, término que dudo sepa ni lo que significa.
Por el bien de este país espero
que la inmensa mayoría de los votantes asuman su responsabilidad de electores y
fijen su punto de mira en las propuestas electorales de cada uno de los
partidos en liza. Hay que leerse los programas de gobierno, a pesar de que el
PP nos enseñara el camino de que los programas están para incumplirlos desde el
minuto uno. Hay que dibujar nuestra propia idea de España y del futuro
acercándonos en el voto a la propuesta que más se parezca a lo que hemos
diseñado.
Cuando le dije a mi amiga que en
la República costó muchísimo que se admitiera el voto de la mujer, precisamente
porque algunos políticos de la época opinaban sobre la vulnerabilidad femenina
que se iba a dejar llevar por bajos instintos y que en base a eso se opusieron
frenéticamente al voto igualitario, se deja caer con un ¡y qué!. “Acaso alguien
se lee los programas electorales, acaso algún partido los cumple cuando llega
al gobierno, todos buscan lo mismo y nos joderán de igual manera, así que al
menos nos joda el más guapo…”
Las últimas encuestas indican un
empate a tres y un PODEMOS en alza. Es muy posible que por estas tendencias
estemos muy cerca de un gobierno a dos, es decir, un gobierno de coalición con
dos caras en la Presidencia y Vicepresidencia, un Consejo de Ministros al 50% y
una distribución equitativa en los puestos de responsabilidad de la
administración del Estado. Sería la primera vez que esta situación se diera en
nuestro país a nivel central, pero podría ser interesante para despegarnos de
una vez del bipartidismo rancio y pasar a construir un estado moderno del Siglo
XXI.
Lamentablemente, los asuntos de
Cataluña y de la guerra contra Estado Islámico, van a distraer una campaña que
debería centrarse en las propuestas de país para la recuperación de nuestra
economía, nuestros derechos sociales y libertades, arreglando los desaguisados
llevados a cabo por el PP y el PSOE en los últimos ocho años.