La planificación estratégica para el desarrollo, señala como uno de sus ejes fundamentales las propuestas simétricas tanto en los territorios como en los sectores. Así, cuando se definen las estrategias sobre un municipio, provincia, región o país, es importantísimo un avance de todos los espacios y una diversificación suficiente de los distintos rubros posibles.
Las opciones por los monocultivos, que pusieron en práctica los colonizadores en América Latina y, sobre todo en África, se concretaban por los suministros necesarios a la metrópoli. Países enteros se cultivaban de algodón, o de cacao, café, azúcar, anacardos, caucho, etc., condenando a sus habitantes a la más absoluta de las pobrezas cuando el producto en cuestión caía en la demanda internacional o era sustituido por otro. Con las independencias, estos países no prosperaron demasiado ya que la clase política autóctona que se hizo con el poder sólo se planteo enriquecerse con lo que ya se producía, con muy escasa visión de futuro, lo que eternizó el problema de la pobreza.
Málaga ha sufrido algo parecido en los últimos treinta años, pero al contrario. Se ha pasado de contar con una economía basada en la diversificación agrícola, ganadera, pesquera y turística, a centralizar todas las opciones de desarrollo económico en la construcción de inmuebles y en el turismo, ambos unidos en demasiadas ocasiones fruto de lo cual contamos en la provincia con varios miles de europeos instalados como residentes habituales.
Cuando se opta por el monocultivo inmobiliario, se crea un excedente tan grande y a unos precios tan elevados de venta, que los bancos se apresuran a obtener enormes beneficios fáciles inflando los préstamos y dando origen a la llamada “burbuja inmobiliaria”. Muchos jóvenes, ante la inmensa oferta de mano de obra en la construcción y con sueldos más o menos aceptables, optaron por abandonar los estudios y trabajar en las obras. Durante un largo periodo de tiempo la cosa fue bien hasta que se produjo la crisis inmobiliaria provocada por la burbuja y los préstamos basura.
La opción por desarrollar el monocultivo del turismo en la provincia tiene algunos paralelismos con lo anterior, con la diferencia de la aplicación territorial asimétrica en la provincia, favoreciendo sólo una zona (costa occidental) y abandonando prácticamente la costa oriental y las zonas de interior (Antequera, Ronda, etc.). Aportó el sector gran mano de obra, la inmensa mayoría de temporada (junio-septiembre) y avanzaba con fuerza en su aporte al PIB provincial, convirtiéndose rápidamente en el primer sector.
La crisis económica mundial provocó una pequeña disminución de visitantes, pero resultó mucho más grave el gasto por persona durante la estadía en la costa. Durante los últimos tres años todos los servicios relacionados con el turismo: Hoteles, Restaurantes, Chiringuitos, Bares, ocio, tiendas, comercios, etc., han sufrido una fuerte bajada de sus ingresos, porque los turistas han gastado mucho menos. La temporada se ha ido reduciendo hasta quedar este año 2011 prácticamente a Julio y Agosto, mermando así los contratos, favoreciendo el trabajo sin papeles (sumergido) y acortando las expectativas que muchos jóvenes habían puesto en el periodo estival.
Dicho lo anterior, que he intentado resumir para no extender esta nota, la afectación de la crisis en la economía malagueña no hay que buscarla en los males globales provocados por la crisis internacional, sino en la equivocada o nula planificación estratégica del desarrollo de nuestra economía. Y las causas no vale sólo achacarlas a las interesadas inversiones empresariales realizadas durante el periodo de bonanza , sino más bien en la incapacidad de planificación que han tenido nuestros representantes públicos, que han visto llenar las arcas de sus municipios y comunidades autónomas, recalificando suelo y endeudándose hasta la médula para centrar todo su actuar en el monocultivo, recibiendo ahora todos los excedentes de empleo, nulos ingresos por urbanismo y escasa repercusión del turismo sobre la economía municipal o provincial.
Hemos tenido malos gestores, pésimos estrategas, que ni siquiera saben aprovechar los periodos de bonanza para diseñar un crecimiento sostenido y diversificado para tiempos de vacas flacas. Ahora no tienen para pagar nóminas, ni para invertir, ni para poder crear empleo, ni siquiera para pagar la luz, refugiándose en que la crisis es mundial y que contra eso no se puede luchar. No aplicar el sentido común necesario para pensar en los ciudadanos nos ha llevado a esta situación de incapacidad, máxime cuando las instituciones no han sido entendidas como verdaderos agentes de cambio social y planificación estratégica para el desarrollo, sino como un centro de poder.
Tenemos que arreglar este entuerto y hacerlo con personas capaces, preparadas, que no han venido a esto de la política a lucrarse de ella sino a prestar un servicio a la población. Ciudadanos en política con visión de ciudadanos y no de siglas partidarias para sumar cuántos diputados hemos obtenido, cuántas comunidades autónomas gobernamos y cuantas alcaldías tenemos. Tenemos la obligación de devolver la confianza en las instituciones públicas y elegir a las mejores personas encargadas de velar por nuestro bienestar común y, sobre todo, del futuro.
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