El pasado fin de semana tuvo lugar la celebración de la primera cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), realizada en Caracas, Venezuela, donde fue aprobada la denominada “Declaración de Caracas” y la asunción como Presidente pro tempore de Sebastián Piñera, Presidente de Chile, acompañado en la troika por Hugo Chaves, saliente y Raúl Castro, entrante.
La CELAC, que agrupa a 33 países de la región, nace con el legado político de Grupo de Río y la Cumbre de América Latina sobre Integración y Desarrollo (CALC) y se convierte en el primer organismo de integración que no cuenta con los vecinos del Norte (Canadá y EE.UU) ni con España, que siempre estuvo presente como país observador en distintas propuestas regionales.
El trasfondo del avance de la nueva Comunidad, hay que enmarcarlo en el estancamiento político y económico sufrido por la OEA (Organización de Estados Americanos) en los últimos tiempos, donde siempre ha sido muy cuestionada la influencia de Estados Unidos, el que la sede del organismo se encontrara en Washington, la enorme burocracia del organismo y los altos e ineficaces costes de funcionamiento.
Las dificultades económicas por las que atraviesa la OEA, máxime cuando en septiembre pasado los miembros del Partido Republicano cuestionaron una partida de 8 millones de dólares para su funcionamiento, ha servido de acelerador para que el nacimiento de un sistema de integración latinoamericano y caribeño sea una realidad inmediata.
América Latina quiere avanzar en solitario, sin el apadrinamiento del norte continental hacia una nueva realidad integradora, para lo cual tendrá que ir resolviendo algunas cuestiones que no son menores, como la multiplicidad de actores de integración regional y subregional, que pueden ahogar un lanzamiento global de esta nueva iniciativa.
Así, saber qué futuro tendrán UNASUR, MERCOSUR, el Sistema de Integración Centroamericano (SICA), CARICOM y otra decena de instituciones enmarcadas en integraciones menores, deberían ir adaptando su quehacer y sentido a la nueva realidad que comenzó a andar en Caracas. Incluso las Cumbres Iberoamericanas perderían su oportunidad y finalidad.
Sin duda, la creación del CELAC es el mayor paso en la historia de América Latina en cuanto a su integración regional y se hace necesario dar respuesta a toda una serie de interrogantes que han quedado sobre la mesa para posterior debate antes de la próxima cumbre en 2012 a celebrar en La Habana. Cuestiones tales como la instalación de la Secretaría General en Panamá, la incorporación de un cuarto miembro a la troika de habla inglesa en representación de los caribeños, la división sectorial de los grupos especiales de trabajo, los mecanismos de toma de decisiones, etc., mantienen alguna tensión sobre el futuro inmediato de la Comunidad.
Lo que no deja lugar a error es el compromiso de los 33 Estados Miembros de superar todos los espacios anteriores conformando una comunidad de naciones solida, con perspectiva de futuro en lo político, económico y social, que haga de América Latina y el Caribe una región a ser tenida en cuenta conjuntamente en el futuro inmediato.
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