En noventa días, los
andaluces acudiremos a las urnas a elegir a 109 parlamentarios de los que
saldrá el futuro gobierno de la Junta. Desde el 23 de Mayo de 1982, fecha en
las que se celebraron las primeras elecciones autonómicas, Andalucía ha estado
gobernada por el PSOE-A, a veces con mayoría absoluta, otras con apoyo del
Partido Andalucista.
Durante estos 30 años
se ha gestionado la Junta de Andalucía de una forma muy particular. En primer
lugar, se establecieron las Delegaciones Provinciales de las Consejerías, que
sirvieron para colocar a los miembros del partido que se encargarían del
control (desde el poder) del resto de la afiliación socialista, creándose ocho
“Reinos de Taifa” donde se daba respuesta a las corrientes internas, se
saldaban cuentas entre ellos, se captaba a nuevos militantes interesados en
alguna prebenda y se afinaba todo el aparato clientelar que durante tanto
tiempo ha prevalecido sobre la buena gestión.
Andalucía ha adolecido
desde el principio de una certera Planificación Estratégica de su desarrollo
que al corto, medio y largo plazo, diera como resultado la configuración de los
espacios sociales, económicos, políticos, culturales y ciudadanos de una
comunidad para el futuro. Se han ido realizando proyectos y propuestas a salto
de mata, unas veces dependiendo de quién gobernara en Madrid y otras
dependiendo de los fondos que llegaban de Europa, pero nunca bajo el paraguas
de una verdadera Planificación Estratégica.
Ello no ha preocupado a
nuestros gobernantes, pues se sentían cómodos en su modo de funcionamiento,
sumando voluntades por aquí, repartiendo cargos por allá, de tal manera que han
podido llegar a sentir, en lo más íntimo de su fuero interno, cierto grado de
“impunidad” en la realización de sus acciones políticas.
No voy a referirme a
los casos de corrupción flagrantes ni a los ERES en proceso de investigación,
sino a todo un complejo sistema clientelar que ha dotado de un poder
inconmensurable a los miembros de un partido durante 30 largos años. Un partido
que al principio de los principios tuvo que buscar gente para rellenar todos
los organigramas de la Junta y de las Delegaciones Provinciales, que incorporó
a escasas personas preparadas y muchas de ellas viniendo a participar de la
llamada “etapa socialista”.
Lejos de acercar a la
ciudadanía a la participación política y complicidad con las instituciones han
creado todo un entramado más propio del PRI mexicano que de un partido
socialista. Han cansado a todos: funcionarios, asociaciones, empresarios,
sindicatos, sociedad civil, etc., perdiendo poco a poco la confianza de los
ciudadanos por sus malas cabezas.
En 90 días los
andaluces tenemos la gran oportunidad de elegir, somos los dueños de nuestro
voto y de poner y quitar a quiénes deseemos se hagan cargo de la gestión
pública de Andalucía. Lo hemos de hacer desde una reflexión seria y profunda,
deseando lo mejor para nuestra comunidad, no votando a uno para castigar al
otro, sino con criterio de qué modelo necesitamos para Andalucía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario