La situación que viven
millones de jóvenes en nuestro país debería hacernos reflexionar sobre lo que
está pasando y lo que nos espera en los próximos decenios. El sistema
financiero se ha hecho con el poder manejando los hilos y directrices de la
política, obteniendo la prioridad absoluta de los gobiernos occidentales y
relegando a un segundo plano a las personas.
Llama la atención que
en los noventa del siglo pasado la edad de emancipación estuviera situada en
torno a los 23-24 años y que en la actualidad la misma se sitúe de media en los
30. Dándose la paradoja de que un buen número de aquellos que se independizan
al poco tiempo han vuelto a su núcleo al haber reducido sus ingresos o
simplemente haber perdido su trabajo. Se está produciendo una especie de
“dejavu” en los jóvenes que aumenta su grado de frustración personal y
retrotrae a los hogares a situaciones plurifamiliares.
Las políticas
desarrolladas en los últimos años han conseguido llevar al desempleo al 50% de
los jóvenes de nuestro país, muchos de ellos con una carrera universitaria
concluida, que ven como sus posibilidades de salir de casa se les esfuma cada
minuto.
Si no ponemos freno a
esta situación de inmediato, creando mayores opciones de crecimiento económico,
favoreciendo el empleo juvenil con planes específicos de incorporación al
mercado laboral, tendremos un resultado de dos generaciones absolutamente
perdidas. Ya vamos demasiado tarde para impulsar estas políticas pero si no lo
hacemos caeremos en la recesión más absoluta poniendo en peligro el baluarte de
la caja de la seguridad social, es decir, el pago de las pensiones de jubilación
en los próximos años, abriendo así otro melón de gravísimas consecuencias.
Un país que tiene a la
mitad de los jóvenes sin empleo y a muchos de los que trabajan en condiciones
de total precariedad, es un país condenado al fracaso. Y no hablo sólo de la
economía sino más bien de las personas. Jóvenes que están comprobando que viven
en un Estado Fallido. Un Estado en el que comprobamos día a día como se van
dilapidando todos los logros obtenidos desde la llegada de la democracia y que
tanto trabajo y sacrificio costaron conseguir.
La banca es sin duda la
gran culpable de esta situación, pero no debemos mirar para otro lado y
reflexionar sobre la gravísima complicidad que las fuerzas políticas del
llamado bipartidismo han mantenido durante este tiempo. Su miopía política, las
prebendas, la casta y el poder por el poder, con absoluta ignorancia de la
exigible previsibilidad para el buen gobierno, nos han llevado a la situación
en que estamos. Y al final, los culpables seremos nosotros por no haber elegido
bien a nuestros representantes en las instituciones públicas.
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