sábado, 19 de abril de 2014

EL ARTE DE GABO.

Cuando apenas era un adolescente ya comencé a leer a Gabriel García Márquez. Reconozco que al principio no me gustó demasiado. Estaba mucho más motivado por los textos sociales y políticos, ensayos e historia de América Latina, comprendiendo al poco tiempo que de eso se trataba en las novelas del colombiano. Un poco más tarde las devoré, engullía García Márquez con el afán de descubrir dónde se ocultaban las formas de ser de la América profunda, la influencia de la política oficial sobre la vida de las personas, sus sentimientos personales y, en definitiva, el escenario vital de una región que me apasionaba.

Me lo leí todo y al poco tiempo releía los textos que más emoción dejaban en la memoria del corazón: El Coronel no tiene quien le escriba, Cien años de soledad y La Hojarasca. Compartí con amigos de Bolivia, Colombia, Chile y Cuba, las dudas sobre las visiones del realismo mágico y ansiaba constatar con mi experiencia in situ cómo era realmente América Latina. Tamizaba cada descubrimiento de sus lugares más remotos, sus gentes, sus costumbres, con lo aprehendido de las novelas de Gabo. También de Vargas Llosa, Manuel Scorza, Galeano, Octavio Paz o Neruda. Todos me aportaron visión de continente, amplitud de miras y concepto humano.

Donde más pude sentir a García Márquez fue en las zonas selváticas de Bolivia, en el trópico cochabambino, en la Leticia colombiana y en el Acre brasilero, pero también en las ciudades inundadas de campesinos migrantes de lo rural a lo urbano, en conurbaciones inmensas que formaban urbes dentro de urbes. Presente en las casas coloniales de Cartagena o de La Paz, en pueblos pequeños como Pocona o en el Chile de Pinochet.

Descubrir que eso del realismo mágico partía de un conocimiento profundo de la idiosincrasia latinoamericana, amerindia, de la colonia española, de las independencias y próceres, de las dictaduras y de las incipientes democracias y, sobre todo, de sus gentes, del sufrimiento y de la esperanza, de la agonía y la posesión, del amor y del cólera.

El aporte que ha hecho este hombre a la literatura mundial es inmenso. Para los latinoamericanos, imprescindible. Se estudiará durante decenas de años en las aulas de secundaria de todo el mundo y ayudará a millones a entender qué se esconde tras la realidad de una época y cómo son y sienten las personas integrantes de una región tan basta como América del Sur.

Nos ha regalado una visión amplia, unos sentimientos reflexivos y unas horas maravillosas de lectura. Cuando a uno le hacen tan importantes regalos sólo puede decir: Gracias.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Paco, enhorabuena por tus acertadas palabras sobre Gabo, con las que además trasmites lo gran conocedor del mundo latino que eres. Coincides en gran parte con lo que decía Salman Rushdie la semana pasada en un acertado artículo (publicado en diversos medios),en el que destacaba que la fuerza del "realismo mágico" no radica sólo en su magia, sino sobre todo en que ésta tiene profundas raíces en la realidad. Por eso me atrevo a añadir que Gabo nos ha enseñado primero a mirarnos y conocernos, y luego a volar sobre nuestras realidades. Evidentemente él no morirá nunca porque siempre existirá algún Macondo insertado en el cerebro de quienes hemos disfrutado con su mundo; y además eso es hereditario.
Un fuerte abrazo tanto para ti como para esa otra gran luchadora que es Tere; y no pares, sigue, sigue...
Álvaro GP desde Málaga.