Después del análisis trimestral
sobre la situación de propagación del Estado Islámico (ISIS), habría que
insistir en los tres elementos fundamentales para contar con una visión global
de lo que está sucediendo.
En primer lugar, hay que destacar
la ampliación (aceptación) por parte del Califa Ibrahim, de las fuerzas del
grupo nigeriano de Boko Haram, colocando bajo sus órdenes dicho grupo con la
misión de propagar el foco negro africano al sur del Sahara. Boko Haram debe
cumplir con los objetivos de ampliar la zona de expansión del Estado Islámico
haciéndolo llegar a otros países del área, diseminar las medidas de respuesta
del infiel y servir de foco de captación y adiestramiento para nutrir a las
fuerzas yihadistas en la guerra santa.
En segundo lugar, se han revisado
las cifras de emisión de combatientes para engrosar las filas del Estado
Islámico y las mismas son realmente escalofriantes. Combatientes de más de 50
países del mundo (donde se incluyen todos los europeos), tienen hoy presencia
en las filas del ISIS, sorprendiendo algunos de ellos pos su número: Rusia
1.500, Francia 1.200, Arabia Saudí 2.500, Túnez 3.000, Marruecos 1.500,
Jordania 2.100, Alemania y Reino Unido 600 cada uno y así una larga lista hasta
completar más de 30.000 externos, que sumados a las centrales de Irak y Siria,
darían un total de efectivos cercana a los 100.000 efectivos.
Una estimación sobre estos datos,
bastante ajustada y conservadora, indica que por cada reclutado que ha dado el
paso de incorporarse realmente, habría diez personas más que se lo han pensado
y que por distintos motivos (familiares, laborales, etc.), no han dado el
último paso de integrarse a las filas del Estado Islámico. Eso significaría que
unas 300.000 personas en todo el mundo han estado valorando si se integran o no
al frente de batalla. De ese total, se estima que al menos 30.000, que han
permanecido en sus países, apoyan sin dudarlo el establecimiento del Estado
Islámico y cumplen tareas de captación, difusión, preparación y apoyo.
El dato más preocupante de esta
estimación es que al menos el 10% de ellos, es decir, unas 3.000 personas
estarían dispuestos a cometer actos terroristas en los países en que
permanecen, bajo las órdenes y supervisión del Califa, manteniéndose como
células dormidas pero listas para actuar en cualquier momento y en cualquiera
de los 50 países emisores de yihadistas. Su motivación es muy alta y su miedo a
la muerte ninguno, con lo que pueden poner en jaque a cualquier estado con
acciones en lugares de grandes aglomeraciones de público: metros, estadios,
conciertos, teatros, cines o centros comerciales. Sus órdenes siempre llegarán
del sirio Abu Mohamed al Adnani y responderán a la estrategia que Estado
Islámico plantee en cada momento para desestabilizar la capacidad de
respuesta contra el ISIS.
Por último, en tercer lugar, los
gobiernos occidentales han puesto en marcha niveles de seguridad o alerta de
rango alto, lo que ha servido para prevenir algunas acciones y para
desarticular algunos grupos que venían actuando en funciones de captación y
difusión en sus respectivos países. Pero, por el contrario, aún no se ha fijado
una estrategia común en el plano militar para frenar, reducir y destruir las
capacidades de crecimiento del Estado Islámico. Se hace necesario establecer
una coalición internacional que diseñe objetivos y estrategias para frenar lo
que, de pasar algún tiempo, no tendría vuelta atrás.
Con todo ello, cabe decir que se
ha avanzado algo en la respuesta que el ejército iraquí ha lanzado al este de
Irak y del apoyo Kurdo en el norte, pero a la contra, Estado Islámico ha
afianzado la presencia de grupos yihadistas en Afganistán, Pakistán, Arabia
Saudí, Yemen, Egipto, Libia, Argelia y el recién incorporado Boko Haram al
noreste de Nigeria. De no actuar con rapidez mucho me temo que en el próximo
análisis estos datos irán a peor.
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