Desde la puesta en escena del
“triunfo electoral” del PSOE en Andalucía del pasado domingo, con Susana Díaz y
un séquito de dirigentes bajando la rampa en tropel con sonrisas de oreja a
oreja, ha llovido bastante. Una semana después, toca reflexionar sobre el
horizonte dibujado en Andalucía, los peligros que se ciernen sobre esta
comunidad y el futuro inmediato de un gobierno en minoría.
La campaña de Susana ha estado
pivotando sobre dos ideas clave: 1) los demás son muy malos y no quieren a esta
tierra; y, 2) Yo soy la salvadora y defensora de Andalucía, quien me ataca a mí
ataca a Andalucía. Una ley electoral, que sigue siendo tremendamente injusta,
le ha vuelto a dar al PSOE 47 diputados, los mismos que tenía anteriormente.
Pero la lectura real de votantes, dice que el PSOE ha perdido 120.000 votos en
este lance. El arco parlamentario se amplía con la irrupción de Podemos y
Ciudadanos, y tanto PP como IU se hunden en la inopia de los castigados y del
pelotón de los torpes.
Indagando sobre las caras,
sonrisas y declaraciones de los funcionarios del partido de primer, segundo y
tercer nivel, han ido apareciendo los verdaderos sentimientos socialistas. Se
ha escuchado de todo y sin tapujos: “si a pesar de los ERES y del tema
Formación, hemos tenido este resultado, significa que Andalucía es nuestra”;
“Susana se ha ganado el cariño de los andaluces para defender nuestra tierra y
aquí hay para rato”, o “la gente ha apoyado más a Susana como esperanza que al
PSOE”. Todas estas opiniones de los
gregarios iban acompañadas, por supuesto, de un enorme toque de orgullo y
satisfacción por continuar cuatro años más en sus cargos y puestos de
responsabilidad en la mamadera.
La estrategia del PSOE en
Andalucía ha dado resultado: separarse de lo mal que lo hicieron los anteriores
y colocar a Susana como una Evita salvadora. Sin embargo, las cosas no le han
salido tan bien como ella pensaba al adelantar los comicios. Tiene difícil el
apoyo en la investidura, que al final conseguirá, pero mucho más complicado
tendrá la gestión de gobierno en minoría. El PP no ha hecho una verdadera
oposición en 34 años y no la va a hacer ahora, pero los grupos políticos
emergentes, Podemos y Ciudadanos, tienen la oportunidad de realizar un estrecho
marcaje a las políticas socialistas avivando la triste y plana vida
parlamentaria.
Por la trayectoria de los 18
meses de gobierno anteriores de Susana Díaz, la campaña electoral y las
declaraciones tras el “triunfo”, el PSOE mantendrá su estrategia de hacerse
fuerte desde las estructuras de la Junta de Andalucía, con un nuevo reguero de
prebendas y clientelismo de pesebre. Además, en los discursos y manifestaciones
de la Presidenta veremos como se reitera, una y otra vez, en el mensaje de que
todos van contra Andalucía cuando se ataque a Susana, enarbolando la bandera en
la que se envuelve para despistar al personal y reiterando mil veces que
“Andalucía, soy yo”. Con estos mimbres de Nacional Susanismo, ya me atrevo a
diagnosticar que este Parlamento no durará los cuatro años.
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