sábado, 21 de marzo de 2015

LA DIGNIDAD


Decenas de miles de personas han vuelto a manifestarse en Madrid por la Dignidad. A pesar de la lluvia en los trayectos de multitud de autocares y los marchantes a pié mojándose desde distintos puntos de la comunidad madrileña, el grito de Pan, Trabajo, Techo y Dignidad ha vuelto a oírse con fuerza en la capital del reino.

Las marchas dignidad siempre plantearon el objetivo de hacer reflexionar a la ciudadanía qué nos estaba pasando como sociedad, en qué medida las acciones del actual gobierno estaban marcando nuestras vidas bajo premisas de pérdida de derechos sociales y cómo podemos reaccionar ante tal afrenta.

El gobierno del Partido Popular ha ido a lo suyo. Escudándose en las medidas restrictivas impuestas desde la Unión Europea en general y de Alemania en particular, Rajoy ha aprovechado que el Guadalquivir pasa por Córdoba para llevar a cabo la implantación de un régimen de recortes en todos los campos importantes para nuestro desarrollo social, personal y colectivo, diseñando e implementando políticas neoliberales bajo el parapeto de la crisis.

La oportunidad la pintaron calva: con la amenaza de un rescate la única solución pasaba por restringir los derechos de la ciudadanía, recortando en sanidad y educación, eliminando la dependencia, subiendo más de 50 impuestos, rebajando a la miseria nuestra ayuda al desarrollo, congelando salarios, subidas irrisorias de las jubilaciones al 0,25%, controlando los gastos autonómicos y municipales que obligaban a hacer recortes en esas instituciones, leyes mordaza para acallar protestas y mostrando una servidumbre excesiva a procesos de privatización.

Insisto en su justificación mordaz e inquebrantable de imposiciones europeas, pero realmente felices de poder llevar a cabo un diseño de país que las cúpulas empresarial y financiera (verdaderos gobernantes sin presentarse a elecciones) les llevaban demandado muchísimo tiempo. Han encontrado el eslabón perdido, el momento clave para argumentar que han realizado estas políticas porque no les quedaba más remedio.

Pero la dignidad de las personas no puede ser tocada sin que haya una respuesta firme para defenderla. No se pueden permitir tantos engaños, tantas falacias, tanto fraude y tanto embuste. No se puede consentir que la corrupción en el seno de los partidos, las cajas de ahorro y el rescate a los bancos, sean trasladados a la ciudadanía como “algunas cosillas”. No debemos esperar ni un minuto más para decirles, alto y claro, que no somos tontos, que no jueguen con nuestra inteligencia y que no pongan en solfa nuestra dignidad como personas.

Un pueblo que se levanta, que sale a las calles demandando Pan, Trabajo, Techo y Dignidad, es un pueblo que sabe que con las cosas de comer no se juega. Y cuando a uno le tocan el amor propio se corre el peligro de que la reacción sea proporcionada.


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