martes, 6 de noviembre de 2012

HURACÁN SANDY EN CUBA


Los daños causados por el huracán Sandy han sido demoledores, además de la pérdida de casi doscientas vidas humanas, por el estado lamentable en que han quedado bastas zonas de Estados Unidos, Cuba y Haití.

En la acción enfurecida de este tipo de fenómenos es cuando se pone en juego la capacidad de los estados para dar una respuesta inmediata a la recuperación. Quisiera llamar la atención en esta nota sobre la situación en Cuba, o más concretamente en Santiago de Cuba.

Según me han informado desde la Perla del Caribe, el paso devastador tuvo una duración corta (unas seis horas aproximadamente), que se hizo eterna. El fuerte viento generó un destrozo sin precedentes desde 1963, volaron tejados a velocidades increíbles, rompía vidrios, puertas, quicios y muchos enseres domésticos se veían volar por las calles de varios de los municipios de la provincia.

La lluvia remataba la faena anegando calles y viviendas sin techo, calando hasta el alma ropas, muebles, colchones, en un aparente toque de zafarrancho de limpieza general. 130.000 viviendas han sufrido daños en la provincia, de las cuales 15.300 han sido de derrumbe total.

Obviamente las calles estaban anegadas por más de un metro. He estado muchísimas veces en Santiago de Cuba durante muchos años y jamás había visto imágenes de la enorme piscina callejera en que se convirtió tan linda ciudad. Fue afectada la electricidad (que aún no se ha recuperado totalmente), el agua potable, cortados caminos y carreteras, dañados seriamente edificios públicos de la salud, de la educación, negocios, restaurantes y hoteles. La ciudad y varios municipios de la provincia mostraban una imagen de desolación parecida a los efectos de un bombardeo en guerra.

Los campos quedaron empantanados, perdidas las cosechas y con un sedimento muy difícil de recuperar en breve tiempo. Granjas productoras de animales diversos absolutamente destruidas y miles de animales ahogados.

Santiago de Cuba tardará varios meses en recuperar la “normalidad” y varios años en comenzar a superar los efectos de este bárbaro huracán. He hablado con familias afectadas y trasladan tal cantidad de problemas para el futuro que sólo les queda refugiarse en el “al menos sólo hemos perdido cosas materiales, nuestra vida continúa”.

Son miles las familias afectadas y que precisan de apoyo para ir recomponiendo el desaguisado de la inclemencia. Personalmente voy a prestar todo el apoyo que pueda y les pido que hagan lo propio porque la situación es bastante grave. Y como ahora pasamos por malos momentos en nuestras economías particulares y de país es cuando debe aflorar en mayor medida la solidaridad que nos engrandece como especie.

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