Los daños causados por
el huracán Sandy han sido demoledores, además de la pérdida de casi doscientas
vidas humanas, por el estado lamentable en que han quedado bastas zonas de
Estados Unidos, Cuba y Haití.
En la acción enfurecida
de este tipo de fenómenos es cuando se pone en juego la capacidad de los
estados para dar una respuesta inmediata a la recuperación. Quisiera llamar la
atención en esta nota sobre la situación en Cuba, o más concretamente en
Santiago de Cuba.
Según me han informado
desde la Perla del Caribe, el paso devastador tuvo una duración corta (unas
seis horas aproximadamente), que se hizo eterna. El fuerte viento generó un
destrozo sin precedentes desde 1963, volaron tejados a velocidades increíbles,
rompía vidrios, puertas, quicios y muchos enseres domésticos se veían volar por
las calles de varios de los municipios de la provincia.
La lluvia remataba la
faena anegando calles y viviendas sin techo, calando hasta el alma ropas,
muebles, colchones, en un aparente toque de zafarrancho de limpieza general.
130.000 viviendas han sufrido daños en la provincia, de las cuales 15.300 han
sido de derrumbe total.
Obviamente las calles
estaban anegadas por más de un metro. He estado muchísimas veces en Santiago de
Cuba durante muchos años y jamás había visto imágenes de la enorme piscina
callejera en que se convirtió tan linda ciudad. Fue afectada la electricidad
(que aún no se ha recuperado totalmente), el agua potable, cortados caminos y
carreteras, dañados seriamente edificios públicos de la salud, de la educación,
negocios, restaurantes y hoteles. La ciudad y varios municipios de la provincia
mostraban una imagen de desolación parecida a los efectos de un bombardeo en
guerra.
Los campos quedaron
empantanados, perdidas las cosechas y con un sedimento muy difícil de recuperar
en breve tiempo. Granjas productoras de animales diversos absolutamente
destruidas y miles de animales ahogados.
Santiago de Cuba
tardará varios meses en recuperar la “normalidad” y varios años en comenzar a superar
los efectos de este bárbaro huracán. He hablado con familias afectadas y
trasladan tal cantidad de problemas para el futuro que sólo les queda
refugiarse en el “al menos sólo hemos perdido cosas materiales, nuestra vida
continúa”.
Son miles las familias
afectadas y que precisan de apoyo para ir recomponiendo el desaguisado de la
inclemencia. Personalmente voy a prestar todo el apoyo que pueda y les pido que
hagan lo propio porque la situación es bastante grave. Y como ahora pasamos por
malos momentos en nuestras economías particulares y de país es cuando debe
aflorar en mayor medida la solidaridad que nos engrandece como especie.
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