lunes, 12 de noviembre de 2012

XXII CUMBRE IBEROAMERICANA


En Cádiz, aprovechando el bicentenario de la Pepa, se celebrará este fin de semana la XXII Cumbre Iberoamericana. Asistirán la mayoría de Jefes de Estado y de Gobierno de los países de América Latina, a excepción de Cristina Fernández de Argentina, Raúl Castro de Cuba y sin confirmar aún la presencia de Hugo Chávez de Venezuela.

Cuando se celebró la primera Cumbre en1991, la realidad era bien distinta en el panorama internacional. Buscar entonces un marco de relación intergubernamental tenía todo el sentido en lo relacionado con la economía, el conocimiento, el intercambio de experiencias, la cooperación al desarrollo, la interlocución de España ante Europa, etc..

Hoy, después de 21 años, las relaciones entre los países de América Latina cuentan con varias estructuras de integración regional que dejan vacía de contenido real la permanencia de estas cumbres. Así las propuestas de MERCOSUR, UNASUR, CELAC, SICA, han avanzado los problemas comunes dejando muy de lado la preponderancia de España como marco de referencia. La propia Unión Europea cuenta con una relación muy especial en el área y no es precisamente en estos tiempos cuando España puede servir de embajador a los intereses de los países latinoamericanos en el marco europeo.

En 1992, en el marco del V Centenario, despegaba la política de cooperación internacional al desarrollo, que establecía como prioridad el apoyo a los países hermanos de la otra orilla del Atlántico. También ha cambiado aquello, pues actualmente nuestro país ha disminuido a la mínima expresión la Ayuda al Desarrollo, siendo la misma absolutamente simbólica.

Los principios de los 90 fueron momentos muy graves en América Latina, pues se estaban terminando las dictaduras militares en varios países y en otros acababan de salir de guerras civiles fratricidas. Sus economías estaban maltrechas y fue la época de la implantación de los Planes de Ajuste Estructural por parte del FMI y del Banco Mundial. Curiosamente, ahora es nuestro país el que se encuentra sujeto a dichos planes y muy amenazado de resultar insolvente, con una crisis sin precedentes que pone en peligro los elementos básicos del estado de bienestar.

Hoy las economías latinoamericanas crecen a un ritmo aceptable, asimétrico pero sostenido. Continúan generando graves problemas en la redistribución de la riqueza interna, pero se van acortando los niveles de exclusión sin pausa.

En este marco globalizado y con unas democracias avanzadas en América Latina, España tiene muy poco que ofrecer. Ya se ha cuestionado el sentido del mantenimiento de la Cumbre en las celebradas en años anteriores. ¿Para qué reunir a los Jefes de Estado y de Gobierno, si lo que se acuerda en dichas cumbres son asuntos de menor importancia que además cada uno de los países los tiene avanzados a nivel nacional y cuentan con estructuras de integración muy superiores a lo que salga de estas cumbres?

Otrora, España podría servir como referente de transición de la dictadura a la democracia, como ejemplo de estructuras regionales y municipales. Pero en la actualidad tenemos ya experiencias mucho más enriquecedoras que la propia española en los países hermanos. Hoy, simplemente podemos servir de referencia sobre las cosas que no se deben hacer, explicarles a los homólogos latinoamericanos los fallos que hemos cometido para que puedan tenerlos en cuenta y no caigan en el error de cometerlos.

Será una Cumbre en Cádiz llena de simbolismo por el bicentenario, pero no pasará a ninguna historia. Es el momento de plantearse, muy en serio, dar por finiquitada la necesidad de estos encuentros, ya que muy poco o casi nada aportan a un espacio que es cada vez menos común.



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