sábado, 19 de octubre de 2013

CUMBRE IBERO...QUÉ?


La celebración de la XXIII Cumbre Iberoamericana en Panamá ha dejado en evidencia el nefasto papel de la política exterior española en los últimos veinte años en relación con América Latina. Lo que pretendía convertirse en un foro de debates y acuerdos sobre aplicación de políticas públicas comunes, ha degenerado en un encuentro carente de objetivos, de escaso interés para los gobiernos americanos y decadente al verse superado por otros organismos de integración regional.

A la cumbre de Panamá no han asistido la mitad de los mandatarios: Argentina, Uruguay, Cuba, Brasil, Chile, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Guatemala, Perú y Nicaragua. Y es que perder tres días para discutir sobre el sentido de las cumbres, sus objetivos y cómo se pueden reflotar las mismas, carece hasta de sentido común. Actualmente, UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas), CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe) y la propia OEA a pesar de su declive (Organización de Estados Americanos), tienen muchísimo más interés para los estados latinoamericanos que un encuentro con los Iberos. Incluso organizaciones regionales, como MERCOSUR y SICA, despiertan más interés en los gobiernos latinos.

España ha perdido una oportunidad de oro al carecer de una política seria con respecto a América Latina. Lo que podría haber sido un papel preponderante en las relaciones AL/UE, ha pasado a convertirse en un alejamiento real de las relaciones con los estados latinoamericanos, pasando por fases de imposición política, negando la colaboración hasta llegar a la extenuación de gobiernos que hoy afrontan un cambio real de crecimiento democrático, económico y social en sus respectivos países. España ha perdido todo el interés para ellos, nada les aporta.

Ni siquiera las últimas cumbres han servido para perfilar políticas comunes, siendo de mucha mayor utilidad las conferencias sectoriales que se han llevado a cabo que las propias cumbres: empresarios, turismo, educación, etc., que reflejan los verdaderos intereses de los actores en base a una colaboración estrecha y mutua, sin imposiciones políticas.
Margallo, Ministro de Asuntos Exteriores español, no sabe qué hacer en América Latina y ha centrado nuestra acción exterior en Europa (el viene de allí), olvidando que las cuestiones europeas son, desde hace tiempo, temas domésticos. El bajísimo perfil de nuestra política exterior demuestra que tanto el PP como el PSOE continúan pensando permanentemente en las próximas elecciones, dejando de lado una acción exterior planificada, estructurada y seria.

Mantener una estructura como la Secretaria General para Iberoamérica, que pagamos fundamentalmente los españoles, carece de todo sentido con la función actual de la misma. Las cumbres ya no sirven para nada y muchos mandatarios afirman en privado y en público que no pueden perder tres días para no sacar nada en claro. Después de Veracruz (México) 2014, las cumbres comenzarán a ser bianuales. Da igual. Lo importante es reconocer que los países latinoamericanos han superado con creces los estadios de pertenencia a Iberoamérica y que sus procesos de desarrollo e integración son muy superiores a los que se les ofrece desde una cumbre que pareciera perseguir la rememoración de que fuimos los conquistadores. Y eso, no sirve para nada.





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