martes, 23 de diciembre de 2014

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE PODEMOS.


Estoy convencido de que García Márquez hubiera optado en una de sus novelas por colocar en la España de la crisis uno de sus relatos desde el realismo mágico. No le faltarían los ingredientes para ello: un país empobrecido por las políticas de sus gobiernos, corrupción a diestra y siniestra, disminución de salarios, precariedad en el empleo, paro, paro juvenil, jóvenes fuera, pérdida de derechos, desahucios, casas sin gente, gente sin casas, infanta imputada, cambio de rey, protestas en las calles, mareas, marchas dignidad…., loterías y discursos de Navidad.

Un filón para colocar un culebrón en un país bananero que pierde enteros cada día relegando la marca España a un anhelo de lo que fuimos y lo que somos. Una ciudadanía que se resiste a ser manipulada por el poder financiero y por sus acólitos casposos de la política, cansados de tener como gobernantes a correveidiles, vende patrias y mamporreros de las altas esferas europeas, que se resignan a gobernar como protectorado de las metrópolis económicas, subyugando a su pueblo. Malos gobernantes reflejados por los hermanos Lorenzetti en los frescos del Palacio Público de Siena, dando también pistas para lo que han de hacer los buenos gobernantes.

Con este cóctel reaccionario era imposible que no surgiera un renacimiento de la movilización social, hoy más viva que nunca, que revindicara en las calles, se organizara sin partidos ni sindicatos, relanzara las luchas ciudadanas por parar los desahucios, frenar la privatización de la sanidad, defender la educación pública y de calidad, la cultura, los derechos de las personas y nuestra dignidad, concretando en lo político una opción que vertebrara esa necesidad de cambio y transformación real, que tomara las instituciones y las riendas de este país desde otra óptica distinta a lo conocido hasta ahora, iniciando una revolución democrática incluyente, necesaria para colocar a las personas en primer lugar del quehacer público.

En la novela de Gabo, sin duda alguna encontraríamos espacios para el amor, sobre todo del amor social y comunitario, ese que nace de encontrarse en las calles, el que abre las sonrisas de las mentes y hace circular un espíritu organizado capaz de terminar con la ignominia, el poder establecido y las estupideces. Un amor colectivo, que describiera Benedetti siendo mucho más que dos en la calle codo a codo. Un clamor de rechazo y deconstrucción, que canalice el aprecio por lo público y la construcción de un nuevo país.

Hasta ahora, en 2014 y en los años anteriores, hemos estado en una especie de cortejo amoroso, consolidando demandas, opciones y procesos. En el año que empieza comienza de verdad el reto para iniciar el camino hacia el cambio, donde todos tenemos que ser generosos y responsables, inteligentes y desprendidos, porque nos merecemos algo mejor.








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