Hace veinte años las calles de
todas las ciudades de España se llenaron de tiendas de campaña reclamando la
dedicación del 0,7 a la cooperación internacional al desarrollo, siguiendo las
recomendaciones de Naciones Unidas desde 1972, refrendadas en la Cumbre de Río
de 1992. En las acampadas se discutía de Solidaridad, pero también de deuda
externa, de expoliación, de desarrollo sostenible, de igualdad de género, de
transparencia y buena gestión de los recursos públicos y un sinfín de temas más.
A muchos que participamos en aquella movilización, el 15M nos recordó la
experiencia del 0,7.
La visualización por los medios
de la grave situación que se vivía en Ruanda, con el asesinato de más de
800.000 personas en los enfrentamientos entre tutsis y hutus, y el
desplazamiento de millones de personas para preservar la vida, ayudó
sobremanera a que la sociedad española entendiera y apoyara esta movilización
en demanda de un compromiso de los gobernantes que convirtiera a España en un
país realmente donante y comprometido con la aldea global y sus diferencias.
Los políticos de turno,
presionados por una movilización sin precedentes con fuerte apoyo social,
vieron oportuno iniciar procesos de cooperación desde los municipios más
pequeños a las comunidades autónomas, pasando por las capitales de provincia y
el gobierno central. Ninguno de ellos alcanzó la meta del 0,7 (a excepción de
Navarra y alguna ciudad del norte), pero toda institución viviente tenía una
pequeña partida para la cooperación internacional al desarrollo.
Los partidos se apresuraron a
incluir en sus programas electorales el demandado porcentaje haciendo bandera
de su solidaridad y compromiso (estaba de moda), pero ninguno de ellos fue
capaz de realizar políticas públicas de Cooperación Internacional con ese
alcance. La cooperación española en su totalidad alcanzó su tope máximo de
aporte en 2007 (0,35%), cayendo en picado desde entonces hasta el 0,17% actual.
Utilizando el argumento falaz de la crisis económica y las necesidades que tenemos
en nuestro país, relegan la cooperación a un tema de segundo plano. Da igual
del partido que se trate y qué institución regentan. Todos, sin excepción,
rompen la tendencia creciente de la cooperación y la condenan a política
residual. Si hay que recortar en alguna partida, la primera a considerar es
cooperación internacional. No han aprendido nada.
Decía Gioconda Belli, poetisa
nicaragüense, que “La Solidaridad es la ternura de los pueblos”. Nuestros
políticos no han entendido lo que esto significa: terminar con la desigualdad
entre los habitantes de este planeta es un compromiso ineludible de la especie.
Y tampoco han entendido que con la “ternura” y la “solidaridad” no se negocia.
No perdemos la esperanza de que alguna vez España llegue a ese porcentaje en
nuestra cooperación al desarrollo a pesar de que los partidos en los distintos
gobiernos: central, autonómicos y municipales, se hagan los locos y miren para
otro lado. Eso sí, celebrar que hace veinte años se reivindicó el 0,7 lo
celebran todos. Cualquier excusa es buena para buscar una foto.
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