La política internacional en el
año que termina, nos ha dejado bastantes señales sobre cuáles serán los temas
que, a nivel global, nos mantendrán ocupados y preocupados en el año entrante.
2015 se presenta como el año
definitivo para comprobar si la expansión del Estado Islámico continúa o, por
el contrario, es controlada y menguante. Muchos intereses están en juego en el
conflicto, desde la situación en Siria al control de los pozos petrolíferos de
Irak, desde las empresas que suministran armas a uno y otro lado hasta las
repercusiones que pueda tener para Israel y la causa Palestina. Después de los
movimientos golpistas (con aquiescencia internacional) en Egipto, que truncaron
la opción democrática de un gobierno de los Hermanos Musulmanes, pasando por
los contradictorios resultados de las “primaveras árabes” en todos los países,
excepto en Túnez, así como el descabezamiento de Al Qaeda, la opción del ISIS
aúna las voluntades de más de cien mil yihadistas con un propósito común: recuperar
el Califato de sus antepasados.
Tras el asunto del Estado
Islámico, que coloco en primer lugar por orden de importancia y preocupación,
he de situar la pandemia del Ébola que ni mucho menos hemos de dar por
controlada. Las muertes a día de hoy alcanzan las 7.500 personas y más de
16.000 están infectadas en aislamiento en los cinco países mayoritariamente
afectados por el virus. Y aunque los protocolos aplicados a nivel internacional
parece que han funcionado, no es menos cierto que el peligro de una explosión
vírica pueda desencadenar una de las peores crisis sanitarias de la historia
reciente. Si la comunidad internacional no actúa con celeridad y con recursos
para frenar la expansión del virus podemos encontrarnos ante un grave problema
para la humanidad.
El petróleo se coloca como tercer
tema a tener en cuenta, ya que sus altibajos siempre provocan consecuencias
tanto a los países productores como consumidores. Los miembros de la OPEP verán
caer sus ingresos por la bajada del precio del barril de crudo, lo que
implicará serios reajustes económicos en algunos de esos países, especialmente
en Angola, Venezuela, Ecuador y Nigeria, mientras se mantienen los países
árabes a duras penas. También afectará a otros productores como Brasil, Estados
Unidos y Rusia. Los hidrocarburos mantendrán su precio actual o bajarán incluso
un poco más, alentando así el consumo que continuará desequilibrando las
consecuencias del cambio climático.
Por último, un reguero de
conflictos “menores” que amenazan la paz y la seguridad mundial, entre los que
merece la pena resaltar la cuestión de Ucrania y Rusia no resuelta hasta el
momento, la inestabilidad de varios países en África, como Burkina Faso, Mali y
Guinea, el eterno conflicto israelo-palestino, las correosas relaciones con
Corea del Norte o los procesos de enriquecimiento de uranio en Irán.
Todo lo anterior, junto, nos
presenta un panorama poco esperanzador sobre la pacificación mundial y la
necesaria armonía para mantener un planeta finito. Mientras los poderes fácticos
estén concentrados en el poder financiero, poco margen tendrán los políticos
para reorientar hacia un camino libre de conflictos.
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