jueves, 6 de agosto de 2015

CAMBIO DE PARADIGMA


En un artículo del mes de abril, titulado “Se acabó la crisis”, venía a argumentar que aquello que se convierte en cotidiano aleja los anhelos de lo que un día fue convirtiéndose en normal y, por lo tanto, dejando atrás la tan rechazada pero real palabra “crisis”. Lo que vivimos ahora no puede llamarse literalmente “crisis”, pues esta se debe comparar con relación a algo y eso era efectivo si lo hacíamos con la situación anterior (en este caso la de 2007-2008), pero ya avanzados siete largos años, lo denominado como crisis se ha convertido en lo habitual.

Por ello, sería mucho más conveniente ir hablando de que se ha producido un cambio de paradigma, es decir, una situación totalmente distinta a la que se vivía antes, que ha venido para quedarse y constituye ahora, y en los próximos lustros, una nueva forma de entender conceptos como el empleo, el contrato laboral, la temporalidad, el subsidio, los estudios universitarios, los grados y los master, la atención sanitaria, los recortes en ambos y otros servicios públicos, la exigua atención a la dependencia y otras decenas de lindezas que, por obra y gracia de los planes estructurales europeos, nos han colado desde las políticas del Partido Popular.

Este cambio de paradigma implica, además, una transformación sustancial de hábitos que hace menos de una década manejábamos con otros criterios. La temporalidad, como baluarte de la inseguridad, ha modificado prioridades y opciones tan normalizadas como la independencia en parejas jóvenes, pensiones de jubilación que aumentan un raquítico 0,25% y que en muchas ocasiones han de servir para ayudar económicamente a hijos y nietos, la dificultad para atreverse a dar el paso de adquirir una vivienda cuando apenas puede pagarse un alquiler bajo, abrirse a trabajar fuera del país, desarraigo y cientos de miles de personas que, a pesar de contar con un empleo, siguen siendo pobres.

Esta nueva realidad ha venido para quedarse. Que nadie piense en su temporalidad como un objetivo a vislumbrar en el corto y medio plazo. Es más, me atrevería a decir que forma parte de un determinado diseño de configuración social mucho más cercano a la idea neoconservadora que al estado del bienestar. Al mismo tiempo, nuestro país acentúa a pasos agigantados lo que pareciera nuestro destino en el conjunto de la envejecida Europa, girando la mayor parte del empleo (también el temporal) en torno a los servicios. España va quedando como una especie de gran parque temático de sol y playa, museos, fiestas, bares y tapas, donde el turismo internacional fija su atención. Una atención que viene favorecida por los conflictos en Túnez, Egipto, Grecia y Turquía, haciendo de España el lugar elegido para este y los próximos años.

La clase política no hace ni hará nada para modificar este paradigma. Siempre la inseguridad hizo más vulnerables a la plebe y repetir modelos cuasi feudales siempre les resultará rentable. Así que toca ir dando pasos para ir cambiando poco a poco nuestra actual realidad. Llevará tiempo, pero si nos conformamos nuestros nietos es posible que nunca nos lo perdonen.


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