La bandera de las barras y
estrellas vuelve a ondear en el malecón de La Habana, bajo el edificio que
siempre fue el de la Oficina de Intereses de Estados Unidos. Las relaciones
diplomáticas entre ambos países se han restablecido y lentamente se irán
retomando asuntos concernientes a los negocios, el turismo, el fin del
anacrónico bloqueo y la recuperación de la soberanía de la base yanqui de
Guantánamo.
Fidel, en su 89 cumpleaños, no ha
querido dejar pasar la oportunidad para recordarle al gobierno de los Estados
Unidos la enorme deuda que tiene con el pueblo cubano, al que ha sometido a
etapas de verdadera calamidad fruto del embargo económico durante más de medio
siglo. Exige una indemnización por tantos años de estrangulamiento y desea que
de una vez por todas cese el hostigamiento hacia la isla.
Otros actores de la coyuntura,
ven con buenos ojos los pasos dados por Obama y Raúl Castro. El exilio de
Miami, el menos rancio, contempla el nuevo escenario como una posibilidad de
acelerar los procesos en Cuba y de asegurar el acercamiento de las familias
cubanas. El más rancio, ha reaccionado en contra de la apertura y exige
mantener las restricciones en lo económico y el mantenimiento del bloqueo.
En el interior de la isla, las
opiniones también están divididas. Por un lado, los pasos dados incrementarán
el turismo y la apertura comercial, aunque con distintas etapas, y eso
beneficia la economía del país. Por otro, observan con cautela los pasos de
Estados Unidos porque no se fían, después de tanto años de sufrimiento
innecesario. Los grupos de la oposición en el interior, ven también una
oportunidad de apertura en lo político, que de momento no se va a dar. Cuba
continuará gobernada por el partido único, pero sin duda alguna se suavizarán
las vigilancias y prohibiciones extremas, con mucha permisividad que permitirá
un avance de los postulados del camino hacia la democracia.
Los cambios más profundos no
vendrán con Raúl Castro. Si no se tuerce la cosa será el próximo Presidente de
Cuba, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, actualmente vicepresidente del Consejo
de Estado, quien ponga en práctica el nuevo diseño del avance político y
económico para el país. Es la generación nacida después de la revolución la que
va a asumir la tarea del cambio, un cambio tranquilo y sin estridencias, pero
camino a la superación de barreras enquistadas y hacia la construcción de una
nueva Cuba para el siglo XXI.
Será muy interesante observar el
proceso y las transformaciones. Los que amamos Cuba sentimos la enorme responsabilidad
que pesa sobre los artífices del cambio y los deseos de la población cubana de
avanzar y acabar con una situación económica que se les hace insostenible.
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