Todo fluye,
nada permanece. De los procesos bolivarianos y progresistas en diversos países
de América Latina, vamos a pasar, como si de un ciclo cumplido se tratara, a la
vuelta de gobiernos de corte liberal y neoconservador que pueden marcar la vida
política de la región en los próximos diez años.
Tras la
confirmación de que Rafael Correa no será candidato presidencial en las
próximas elecciones de la República de Ecuador, la llegada al poder de Mauricio
Macri en Argentina, la pérdida del referéndum por Evo Morales que impide su
presentación electoral en las elecciones de 2019, el triunfo de la oposición
venezolana en la Asamblea Nacional, que se traducirá en una victoria de las
próximas presidenciales; el mapa político latinoamericano va a sufrir una
recomposición hacia propuestas mas conservadoras.
A ello, hemos
de unir el proceso de acercamiento estadounidense a Cuba y una presumible
apertura de su economía, con un final de los Castro previsto para 2018, que
podría ser el inicio de una apertura política, lenta pero firme. También vemos
movimientos de una extraordinaria agresividad para evitar que el PT continúe
con el gobierno en Brasil, el gigante latinoamericano. Las opciones de Dilma
Rousseff o la vuelta de Lula a la presidencia, se desvanecen día a día con los
ataques que están sufriendo por tierra, mar y aire, seguramente orquestados
desde fuera del país y apoyados por los intereses mezquinos de los partidos
vende patrias.
El cambio,
también llegará a Perú, donde el 5 de junio se celebrará la segunda vuelta para
elegir la presidencia, con Keiko Fujimori en primer lugar, hecho que podría
situar al país andino en una declive de su periodo de crecimiento sostenido en
elCOLOM periodo de Humala. El proceso de paz en Colombia, con las negociaciones
entre Gobierno y FARC, marcará el futuro gobierno introduciendo a nuevos
actores de la vida política colombiana, en un recorrido que se aventura
complicado y donde las voces reaccionarias neoconservadoras, encabezadas por
Uribe, y las acciones de los paramilitares cobran protagonismo día a día.
Países más
pequeños, como Nicaragua o El Salvador, también están en el punto de mira de
ese cambio. Ortega ya no es favorito como presidenciable y la oposición se está
organizando para confluir con una fórmula conjunta; mientras que en El
Salvador, la violencia inusitada de las “maras”, está poniendo en la picota al
gobierno del FMLN en su continuidad al frente del ejecutivo.
Como vemos,
bastantes cambios a la vista en un subcontinente que mira con un ojo los
resultados de las elecciones de noviembre en Estados Unidos. Si Donald Trump
triunfase como Presidente, podría cambiar la relación con los países del sur y
trastocar unas relaciones que con Obama han sido más que fluidas.
Con este
panorama, será muy interesante observar cada uno de los cambios por separado y
su análisis de conjunto, toda vez que la región es consciente de que los
procesos de integración son irreversibles y que su sostenibilidad económica y
política dependen de ello.
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