La llamada de
Estado Islámico, o ISIS, para que los jóvenes musulmanes europeos se sumen a la
Yihad, consigue cada día mejores resultados. La utilización experta de las
redes sociales, consigue hacer llegar el mensaje a los más jóvenes de segunda y
tercera generación instalados en países como Francia, Reino Unido, Bélgica,
Holanda o España.
Estos jóvenes
han estado viviendo en una especie de limbo nacionalista. Por un lado, no
cuentan con la experiencia y vivencia de sus padres migrantes, que con su
esfuerzo diario consiguieron huir de la miseria económica o de la violencia en
sus países, por lo que la patria de origen para los jóvenes es un mero recuerdo
de sus padres, no suyo. Los progenitores guardan sus recuerdos de su anterior
país, de sus familiares, de su aldea, pueblo o ciudad, de sus costumbres y
tradiciones. Los hijos, por el contrario, desconocen la memoria de pertenencia,
sintiendo un desarraigo de procedencia que no tienen sus padres.
De otro lado,
los jóvenes se sienten absolutamente marginados en el país de acogida de su
familia, ya que no sienten como suyo el concepto de nación, ni sus símbolos,
percibiendo un alto grado de marginalidad por razón de su origen, color de piel
o apellidos, que los aleja de reales pautas de integración social, laboral y
cultural. Es decir, tampoco encuentran un referente de pertenencia en el país
de acogida.
La conjugación
de ambos factores, sitúa a la juventud de segunda o tercera generación, en unos
déficits psicosociales que le hacen fácil presa de la captación por parte del
ISIS, que les ofrece un motivo de lucha contra aquello que le ha marginado,
unos ideales por los que ofrecer la vida y un rango de prevalencia y aceptación
que nunca encontraron ni en su país de origen ni en el europeo de que se trate.
Estado
Islámico conoce perfectamente esta situación y la explota convenientemente. Sus
mensajes son nítidos para estos jóvenes que verán como en muy poco tiempo
pueden pasar de no sentirse nada a colocarse como abanderados de una lucha
ancestral de su religión, dándole un Estado, una bandera y situándolos como
imprescindibles en la línea de fuego o en células dormidas para actuar en los
países europeos, consiguiendo de inmediato un protagonismo vital.
De los errores
cometidos en los procesos de integración, saben mucho tanto Bélgica como
Francia, que en diversos momentos de su reciente historia han podido ver cómo
se producían movilizaciones en los barrios periféricos donde suelen habitar,
casi en situación de aislamiento, estas familias migrantes. AL mismo tiempo, la
política europea en relación a los refugiados y peticionarios de asilo, ha
dejado bien claro que Europa no les quiere y que, posiblemente, nunca los ha
querido, radicalizando aún más sus posibilidades de acercamiento a un islamismo
extremo.
Mucho
tendremos que avanzar en los estados europeos si realmente queremos alejarnos
de la xenofobia y posibilitar una integración real. De lo contrario,
recogeremos los frutos de nuestra estupidez política.
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