sábado, 16 de abril de 2016

¿INTEGRACIÓN O BARRERAS?

La llamada de Estado Islámico, o ISIS, para que los jóvenes musulmanes europeos se sumen a la Yihad, consigue cada día mejores resultados. La utilización experta de las redes sociales, consigue hacer llegar el mensaje a los más jóvenes de segunda y tercera generación instalados en países como Francia, Reino Unido, Bélgica, Holanda o España.

Estos jóvenes han estado viviendo en una especie de limbo nacionalista. Por un lado, no cuentan con la experiencia y vivencia de sus padres migrantes, que con su esfuerzo diario consiguieron huir de la miseria económica o de la violencia en sus países, por lo que la patria de origen para los jóvenes es un mero recuerdo de sus padres, no suyo. Los progenitores guardan sus recuerdos de su anterior país, de sus familiares, de su aldea, pueblo o ciudad, de sus costumbres y tradiciones. Los hijos, por el contrario, desconocen la memoria de pertenencia, sintiendo un desarraigo de procedencia que no tienen sus padres.

De otro lado, los jóvenes se sienten absolutamente marginados en el país de acogida de su familia, ya que no sienten como suyo el concepto de nación, ni sus símbolos, percibiendo un alto grado de marginalidad por razón de su origen, color de piel o apellidos, que los aleja de reales pautas de integración social, laboral y cultural. Es decir, tampoco encuentran un referente de pertenencia en el país de acogida.

La conjugación de ambos factores, sitúa a la juventud de segunda o tercera generación, en unos déficits psicosociales que le hacen fácil presa de la captación por parte del ISIS, que les ofrece un motivo de lucha contra aquello que le ha marginado, unos ideales por los que ofrecer la vida y un rango de prevalencia y aceptación que nunca encontraron ni en su país de origen ni en el europeo de que se trate.

Estado Islámico conoce perfectamente esta situación y la explota convenientemente. Sus mensajes son nítidos para estos jóvenes que verán como en muy poco tiempo pueden pasar de no sentirse nada a colocarse como abanderados de una lucha ancestral de su religión, dándole un Estado, una bandera y situándolos como imprescindibles en la línea de fuego o en células dormidas para actuar en los países europeos, consiguiendo de inmediato un protagonismo vital.

De los errores cometidos en los procesos de integración, saben mucho tanto Bélgica como Francia, que en diversos momentos de su reciente historia han podido ver cómo se producían movilizaciones en los barrios periféricos donde suelen habitar, casi en situación de aislamiento, estas familias migrantes. AL mismo tiempo, la política europea en relación a los refugiados y peticionarios de asilo, ha dejado bien claro que Europa no les quiere y que, posiblemente, nunca los ha querido, radicalizando aún más sus posibilidades de acercamiento a un islamismo extremo.

Mucho tendremos que avanzar en los estados europeos si realmente queremos alejarnos de la xenofobia y posibilitar una integración real. De lo contrario, recogeremos los frutos de nuestra estupidez política.






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