Recordarán ustedes
aquellos tiempos en los que uno iba al banco a pedir un crédito y le daban más
de lo que necesitaba. Yo soy uno de los afortunados por la dinámica. Al comprar
mi vivienda necesitaba 10 millones de pesetas de las del año 2.000. Como no era
mucho según la tasación del inmueble que había realizado el propio banco, en
lugar de 10 me dieron 16 millones, “así aprovechas para los muebles y te
compras un coche nuevo”. Como quiera que la cuota mensual no aumentaba
demasiado y podía pagarla en cinco años más, piqué como un pez el anzuelo.
Hoy sabemos que en
aquel entonces nuestros bancos y cajas vivían su época dorada. A su vez estaban
siendo financiados por otros bancos europeos, sobre todo de Alemania y Francia
que, viendo la prosperidad del negocio del ladrillo en su España vacacional, no
dudaron ni un momento en hacer negocio, prestando dinero a cajas y bancos para
que todos pudieran hacer su particular agosto.
Pero a los pocos años,
2007-2008, viendo quebrar al cuarto banco norteamericano por la burbuja
inmobiliaria en Estados Unidos, los hasta entonces prestadores europeos
cerraron el grifo de forma brusca, sabiendo que no tardaría el efecto dominó en
llegar a la vieja Europa y que sus financiados españoles tendrían dificultades
con sus activos tóxicos para poder devolverles su dinero.
Así fue como los bancos
y cajas españolas dejaron de tener dinero fresco, echaron candado a la concesión de hipotecas,
ya no daban más de lo imprescindible y poquísimas, viéndose afectados también
los pequeños y medianos empresarios, los autónomos y, por supuesto, los
préstamos para vivienda.
Desde ese momento
comenzó a aumentar el desempleo de forma incontrolable en España, los
hipotecados tuvieron dificultades para continuar pagando sus deudas y los
bancos y cajas para devolver el dinero con intereses prestados por los bancos
europeos. Una espiral que se mordía la cola, como las pescadillas, mirases por
donde mirases, impidiendo ningún respiro a las entidades bancarias que
comenzaron a presionar al gobierno de turno para solicitar créditos a bajo
interés y poder aguantar el chaparrón, debido a que los prestatarios europeos
querían cobrar.
Esa espiral es la que
ha llevado a bancos y cajas a encontrarse bajo mínimos y con muy poca liquidez
en sus arcas. La acción del gobierno ZP en este problema llegó tarde y mal,
entre otras cosas porque no quiso asumir el problema desde el 2007 y tardó 2
años en darse cuenta de lo que pasaba. Seguramente, en aquel momento, el
gobierno podría haber parado o al menos reducido la incidencia del desastre
particular del sistema financiero.
Los bancos prestadores
europeos quieren cobrar y lo quieren hacer sin demora y sin quitas. De ahí que
hayan presionado a sus líderes políticos convenientemente para garantizar la
refinanciación de la banca española y, con ello, cobrar sus deudas. Los
gobernantes europeos, sabiendo que si sus bancos no cobran corren el peligro de
ingresar al mismo problema, se han apresurado a encontrar una fórmula de
“rescate” para sus bancos, prestando dinero a la banca española teniendo como
garante del préstamo al mismísimo Estado español.
Una jugada magistral
que tiene varios culpables (nuestros bancos y cajas, nuestros políticos, los
propios usuarios que entramos al trapo en su momento, etc.) y varios
beneficiarios (los bancos europeos que prestaron, los gobiernos que no quieren
problemas en sus economías nacionales, etc.).
Así que no nos engañen
con la milonga de que reflotarán los préstamos a la pequeña y mediana empresa,
a los particulares, a las instituciones, como si eso fuese verdad. La única
realidad es que han garantizado el pago de la deuda adquirida durante años de
bonanza con distintos bancos europeos. Esa es la única realidad.
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