viernes, 8 de junio de 2012

CRISIS POLÍTICA


Andalucía ha superado con creces todos los datos negativos de los últimos 30 años, en desempleo, en inversiones, en déficit, en fracaso escolar, en perspectivas, en todo. A alguien le puede parecer demasiado pesimista y simplista la retahíla, pero repasando los índices no queda más remedio que situarnos en ellos si queremos salir de la “gran depresión”.

Los partidos tradicionales y los nuevos no aportan mucho, más bien casi nada, a este desaguisado de datos y cifras, limitándose a ir a lo suyo, a decir que el otro es más malo o peor que él, o por el contrario que ellos son los mejores. No vemos ni un solo atisbo de claridad mental pro activa en la gestión de lo público en Andalucía que nos haga pensar que estamos en buenas manos.

La resolución de los problemas en la comunidad no es demasiado difícil. Bastaría con afrontar con nitidez una nueva estrategia para el desarrollo andaluz en el siglo XXI y ponerla en práctica ya. Las estrategias de desarrollo se dividen en dos: las buenas y las malas.

De estas últimas, las malas, sabemos demasiado. Son aquellas que han ido poniendo en práctica los distintos gobiernos autonómicos, provinciales y municipales para llevarnos a la ruina más extrema, situación de la que luego se desentienden mirando para otro lado y señalando a Lheman Brother o a Bankia como los responsables últimos de la penuria.

Son estas malas estrategias, o más bien las no estrategias, las que nos colocan con los políticos más ineptos en los últimos puestos de la fila. Vividores de la política, incapaces, impotentes, inexpertos e ignorantes, que pasaban por allí y decidieron meterle a esto de la política. Aprovechados, gorrones, abusadores, parásitos y tragapanes, que han decidido que ellos sí que valen. Gente que no aporta nada nuevo para la mejora en la calidad de los servicios públicos y en la planificación para cambiar la realidad.

En las buenas estrategias debemos encontrar justo todo lo contrario. Personas muy concienciadas para el servicio público, perfectamente preparadas para asumirlo, comprometidos, capaces de diseñar nuevos espacios para reconducir la vida de lo que es común. No sólo se limitan a ser buenos y eficaces gestores de la miseria, sino que se convierten en agentes de cambio social, promotores del porvenir, aptos para estar pensando en cómo mejorar el bien común partiendo de la realidad que tenemos.

De estos en los partidos políticos hay pocos, porque en ellos se integran a veces gente de buena voluntad pero en el momento que pisan moqueta se olvidan de sus responsabilidades dedicando la mayor parte de su tiempo a hacer todo aquello que sea posible para continuar pisando moqueta.

Nuestra crisis es, sobre todo política, al haber entrado en una espiral de mendrugos que respiran cuando son cargos públicos, que se aferran a la oficialidad de su partido para continuar saliendo en la foto o que, simplemente, viven en la inopia de la condescendencia.

Pero igual es lo que nos merecemos.


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