La afectación de la
crisis económica sobre la vivienda en propiedad crece por momentos en nuestro
país. Las familias, que se ven obligadas por orden judicial a desalojar su
vivienda hipotecada por no poder hacer frente a los pagos mensuales, continúan
debiendo el resto de la hipoteca aunque se hayan quedado sin vivienda. De tal
forma el fenómeno se ha extendido, que nos encontramos con la paradoja de tener
en nuestro país mucha gente sin casa y muchas casas sin gente.
El gobierno ha consultado
a la banca antes de dar ningún paso para paliar esta situación y los cambios
que ha propuesto son tan tímidos que reflejan la sumisión total de lo político
a lo económico una vez más. La dación en pago continuará existiendo aunque con moratoria
de dos años que lleva implícita el aumento de intereses, unos perfiles de
familia tipo para paralizar el desahucio y el resto a la calle.
Mientras, se crea el
banco malo donde las entidades financieras podrán depositar sus toxicidades
inmobiliarias para aliviar sus cuentas de resultados. Un banco malo, por su
propia definición de descarte, no puede ser bueno. Sin embargo, la Unión
Europea obligó a nuestro gobierno a pesar de que habían jurado que nunca
tendríamos un banco malo. Una vez más imponiéndose lo económico sobre lo
político.
Pero muchos nos hemos
preguntado por qué no se ha creado un banco bueno. Un banco que podría llamarse
Banco de la Vivienda o Banco Bueno directamente. He revisado muchas normativas en varios continentes sobre las leyes hipotecarias, préstamos
bancarios y adquisiciones de viviendas en propiedad. Y viendo la comparativa he
llegado a la conclusión de que la creación de un banco bueno es posible. Y digo
“es posible”, otra cosa distinta es que las autoridades quieran hacerlo.
Se trataría de cambiar
puntualmente algunas leyes en relación a la vivienda y también el modelo con el
que se otorgan las hipotecas desde los bancos. Cuando una persona o familia
desea comprar una vivienda la opción primera no debe ser la hipoteca
tradicional, sino algo parecido a un leasing, una especie de Alquiler con
Opción a Compra.
El banco bueno lo que
hace es adquirir la vivienda que el cliente va a comprar, que en realidad es lo
que hace ahora con las hipotecas y condiciones abusivas. Del resultado de la
operación saldrá un tiempo y unos intereses para que el inquilino pueda
terminar siendo propietario de la misma.
El banco lo que ha hecho es alquilar la vivienda con opción a compra, con lo
cual si el inquilino deja de pagar sus cuotas mensuales de alquiler el banco
está respaldado por la actual ley sobre alquileres y el inquilino abandonará la
vivienda.
Automáticamente el
inquilino deja de pagar su cuota mensual al banco y no tiene contraída con el
banco ninguna deuda más por lo que ni siquiera es necesario regular la dación
en pago, ya que este pago no existe. El banco puede disponer de la vivienda que
es suya para volver a alquilarla con opción a compra a otro cliente.
Este banco bueno nunca
perdería, ya que su activo inmobiliario siempre estaría funcionando. Si el
inquilino termina de pagar el valor acordado en el contrato de alquiler con
opción a compra, la vivienda será de su propiedad y el banco habrá recuperado
su inversión inicial con los intereses correspondientes sin perder un céntimo.
Lo que realmente nos
está ocurriendo es que seguimos primando la usura y la codicia en los
beneficios del capital bancario a los derechos constitucionales y humanos de
tener una vivienda, que nadie dice que sea en propiedad, alquilada o con opción
a compra.
El banco bueno recibiría
un sinfín de clientes que obviamente tendrían sus depósitos (nóminas, haberes,
ahorros, etc.) en la entidad, para que el banco pueda continuar adquiriendo
nuevas opciones de compra que nuevos clientes les presenten. A ello habría que
sumar la obligatoriedad de que la cantidad a pagar mensualmente por parte del
cliente nunca supere el 40% de sus ingresos, aunque ello signifique ampliar por
más años el hipotético final de ser propietario.
Un país puede diseñar
sus propias leyes y crear o fomentar aquellas entidades públicas o privadas que
sean necesarias para conseguir que sus ciudadanos sean más felices. Lo
contrario, primar al usurero en contra de la felicidad de los ciudadanos, es
tan fácil que pueden hacerlo hasta los más idiotas.
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