La Ley Orgánica para la
Mejora de la Calidad Educativa (LOCME), aprobada por el Consejo de Ministros
del pasado viernes, inicia su tramitación parlamentaria que culminará allá por
el mes de Octubre y está prevista su entrada en vigor para el curso 2014-2015.
Durante todo el periodo
democrático hemos conocido una docena de Leyes de Educación (demasiadas), que
han pretendido mejorar y avanzar el modelo educativo, pero que a la vez han
intentado introducir algunos elementos discordantes basados en ideologías
caducas. Este caso no iba a ser menos. El Partido Popular, rebuscando en el
baúl de los recuerdos, ha tirado del elemento doctrinal para crear una
discordia absurda y que pensábamos superada en una España moderna y del siglo
XXI.
Dos son los motivos
fundamentales de análisis en la propuesta de incorporar la asignatura de
Religión como evaluable igual que las demás y ponderada en el cálculo necesario
para la obtención de becas escolares.
El primero tiene que
ver con la incongruencia de que en un Estado Laico se continúe enseñando en la
escuela básica la religión. La fe es una cuestión personal e intransferible y
no una cuestión de Estado. La Iglesia Católica ha debido plantearse hace
tiempo, que la enseñanza de la doctrina católica debía realizarla en sus
parroquias y centros religiosos y no en las escuelas públicas. Sus catequistas,
cursillistas de cristiandad, beatos, monjas y párrocos, deberían ser los
encargados de transmitir a sus fieles y a los que quisieran captar, la doctrina
de la fe.
A pesar de que la
mayoría de los españoles se declaren católicos, que no practicantes, no es
motivo para romper la baraja del laicismo iniciado a finales de los 80 en este
terreno. Bastaría con apuntar a los hijos/as en la parroquia para que reciban
catequesis, al igual que otras confesiones religiosas lo hacen, evangelistas,
musulmanes, testigos de Jehová, etc., sin implicar al sistema educativo de un
país en dicha empresa.
El segundo elemento,
tiene que ver con la incorporación de la evaluación de la asignatura para la
media, evaluación que se sitúa al mismo nivel que las matemáticas, lenguaje,
geografía o historia. Es decir, no sólo se enseña en los centros públicos sino
que además tienes que estudiar a fondo porque sirve para nota media. Es decir,
tanto monta que el alumno sepa trigonometría, cálculo o los mandamientos de la
Ley de Dios.
Hemos retrocedido en el
tiempo con esta propuesta, pero a tiempos pre-democráticos. Me han hecho
recordar mi escuela básica, donde formábamos en fila todos los cursos antes de
entrar a clase, nos hacían cantar el “cara al sol”, a las doce en punto
suspendían la clase que tocara para el rezo del “ángelus”, y se rezaba en clase
más que repetir la tabla de multiplicar.
No sólo hemos
retrocedido en el tiempo, también en libertades y avances de una España para el
siglo XXI, una España europea, acercándonos más a países totalitarios donde la
religión con sangre entra, países a los que repudiamos permanentemente y, sin
embargo, reproducimos sus esquemas de fundamentalismo religioso.
Es una auténtica
Wertgüenza que el Partido Popular quiera introducir un cisma en el país a
cuenta de la fe. La Conferencia Episcopal en lugar de aplaudirles debería de
reprenderles, castigarles y mandarles una penitencia. Aunque de eso ya se encargará
la ciudadanía cuando llegue la hora de votar.
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