lunes, 20 de mayo de 2013

RELIGIÓN EN LAS AULAS.


La Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOCME), aprobada por el Consejo de Ministros del pasado viernes, inicia su tramitación parlamentaria que culminará allá por el mes de Octubre y está prevista su entrada en vigor para el curso 2014-2015.

Durante todo el periodo democrático hemos conocido una docena de Leyes de Educación (demasiadas), que han pretendido mejorar y avanzar el modelo educativo, pero que a la vez han intentado introducir algunos elementos discordantes basados en ideologías caducas. Este caso no iba a ser menos. El Partido Popular, rebuscando en el baúl de los recuerdos, ha tirado del elemento doctrinal para crear una discordia absurda y que pensábamos superada en una España moderna y del siglo XXI.

Dos son los motivos fundamentales de análisis en la propuesta de incorporar la asignatura de Religión como evaluable igual que las demás y ponderada en el cálculo necesario para la obtención de becas escolares.

El primero tiene que ver con la incongruencia de que en un Estado Laico se continúe enseñando en la escuela básica la religión. La fe es una cuestión personal e intransferible y no una cuestión de Estado. La Iglesia Católica ha debido plantearse hace tiempo, que la enseñanza de la doctrina católica debía realizarla en sus parroquias y centros religiosos y no en las escuelas públicas. Sus catequistas, cursillistas de cristiandad, beatos, monjas y párrocos, deberían ser los encargados de transmitir a sus fieles y a los que quisieran captar, la doctrina de la fe.

A pesar de que la mayoría de los españoles se declaren católicos, que no practicantes, no es motivo para romper la baraja del laicismo iniciado a finales de los 80 en este terreno. Bastaría con apuntar a los hijos/as en la parroquia para que reciban catequesis, al igual que otras confesiones religiosas lo hacen, evangelistas, musulmanes, testigos de Jehová, etc., sin implicar al sistema educativo de un país en dicha empresa.

El segundo elemento, tiene que ver con la incorporación de la evaluación de la asignatura para la media, evaluación que se sitúa al mismo nivel que las matemáticas, lenguaje, geografía o historia. Es decir, no sólo se enseña en los centros públicos sino que además tienes que estudiar a fondo porque sirve para nota media. Es decir, tanto monta que el alumno sepa trigonometría, cálculo o los mandamientos de la Ley de Dios.

Hemos retrocedido en el tiempo con esta propuesta, pero a tiempos pre-democráticos. Me han hecho recordar mi escuela básica, donde formábamos en fila todos los cursos antes de entrar a clase, nos hacían cantar el “cara al sol”, a las doce en punto suspendían la clase que tocara para el rezo del “ángelus”, y se rezaba en clase más que repetir la tabla de multiplicar.

No sólo hemos retrocedido en el tiempo, también en libertades y avances de una España para el siglo XXI, una España europea, acercándonos más a países totalitarios donde la religión con sangre entra, países a los que repudiamos permanentemente y, sin embargo, reproducimos sus esquemas de fundamentalismo religioso.

Es una auténtica Wertgüenza que el Partido Popular quiera introducir un cisma en el país a cuenta de la fe. La Conferencia Episcopal en lugar de aplaudirles debería de reprenderles, castigarles y mandarles una penitencia. Aunque de eso ya se encargará la ciudadanía cuando llegue la hora de votar.


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