jueves, 16 de mayo de 2013

UNA EUROPA PROGRESISTA


A pesar del euroescepticismo lampante actual, he de confesar que siempre he sido un defensor de la idea de una Europa Unida. Una simple mirada a nuestra reciente historia (últimos 100 años) nos indica muchísimas razones para insistir en este empeño de paz, desarrollo y caminar comunes.

Construir la Unión Europea ya sabíamos que no sería una tarea fácil, demasiados intereses nacionales y pocos supranacionales. El avance podría darse en la medida en que los estados miembros apostarán realmente por políticas comunes, fiscales, financieras y, sobre todo, sociales, que hicieran real la convergencia entre los europeos. Sin embargo, lo que nos encontramos es algo absolutamente asimétrico, a las órdenes del sistema financiero, sobre todo de Alemania y otros países comparsa que apuestan por la Europa a dos o tres velocidades. Para las intenciones de los partidos más conservadores, cuanto más divididos y  más débiles sean las instituciones europeas, mejor.

Se hace vital la promulgación de la Constitución Europea y su desarrollo legislativo, así como la aplicación de políticas comunes. Es obvio que para ello ha de entregarse una buena parte de la llamada “soberanía nacional” a favor de la “soberanía supranacional”, pero con el actual panorama la empresa se presenta con demasiados obstáculos para su avance.

A nadie se le escapa que los intereses de las grandes transnacionales europeas, los grandes bancos y los que mueven el sistema financiero, apuestan por una Europa lenta, pesada, ineficaz, haciendo todo lo posible para que los europeos dejemos de sentirnos europeos y acabemos por nosotros mismos con el proyecto. Y esto es así, precisamente porque contar con una Europa Unida fuerte, progresista en lo social, lo laboral, lo cultural y controladora del sistema financiero y productivo, no es un buen negocio para ellos.

Las actuales estructuras de gobierno de la Unión Europea van quedando caducas. Ni el Consejo Europeo ni la Comisión, deberían permanecer tal cuales en una futura aplicación de la carta magna europea. Habría que aplicar la elección directa de la ciudadanía de una presidencia y del gobierno, quizás a través del Parlamento, que debe asumir mucho más protagonismo en el control de la aplicación de las políticas públicas y desarrollo de las leyes que emanaran de la Constitución.

Muchos piensan que lo ideal estaría en aplicar el modelo estadounidense, pero la realidad europea es mucho más compleja, comenzando por las lenguas y terminando por la historia de cada uno de los estados miembros. Sin embargo, aplicando todas las salvaguardas necesarias, sería un modelo a tomar en consideración si realmente queremos avanzar en la construcción de una verdadera Unión.

Por tanto, una Europa Unida y Progresista, sería fundamental para lograr un nuevo escenario apoyado por la población, frente a la actual manipulación que del proyecto se realiza desde las propuestas más conservadoras.



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