Desde que Griñán
saliera huyendo para refugiarse en el Senado y dejara en herencia la
Presidencia de la Junta a Susana Díaz, hemos visto pasar seis largos meses sin
pena ni gloria para la política andaluza. Lo hereditario, que es como una cosa
genética en el PSOE y en el PP, no ha abordado con seriedad ni uno solo de los
graves problemas que tenemos en Andalucía y se ha dedicado a consolidarse
dentro de sus propias filas en el territorio español.
Susana Díaz está
apostando fuerte a nivel federal del PSOE. Se mete hasta en los charcos para
obtener visibilidad española (que lleva implícita la andaluza) y tener peso
decisorio en el aparato de Ferraz. Sin embargo, sostiene Pereira, son varios
altos cargos del PSOE los que están indicando a la heredera que si realmente
quiere tener poder en el seno del partido tiene que ganar unas elecciones en
Andalucía. No se puede ir dando lecciones a las huestes socialistas, blandiendo
la bata de cola del poderío andaluz, sin revalidar en las urnas el gobierno más
importante que mantiene el partido.
Con sus socios de
gobierno (izquierda unida) Susana Díaz mantiene una relación calculada y el
“vamos a llevarnos bien” se traduce en una falta absoluta de ideas y propuestas
para abordar el problema del paro, los recortes en sanidad y educación, la
juventud sin salida y los problemas derivados de la PAC. La acción de gobierno
se limita a preparar concienzudamente las próximas elecciones anticipadas que
Susana tiene que ganar. El resto, los acuerdos del Consejo de Gobierno, son
simplemente una excusa para ir ganando tiempo, cuando todos sabemos que desde
septiembre nuestra comunidad está en encefalograma plano.
El PP parece que va
aclarando su candidato y ya se oyen ruidos en el Hospital de las Cinco Llagas
de convocatoria electoral. Es muy posible que coincidan con las europeas del 25
de mayo (con lo cual Moreno Bonilla ni se habrá peinado todavía) o que piensen
en el 28 de septiembre como última fecha, después de un verano que nos deja a
todos más pendientes de los espetos y el chiringuito que de los vaivenes
políticos.
Sea como fuere, lo que
ha demostrado Susana en estos seis meses es que los problemas andaluces ni
siquiera los ha abordado en profundidad. Algunos retoques por aquí, algún
empresario por allá y mucho discurso y presencia dentro y fuera de Andalucía.
Lo que está claro es que de nuevo las elecciones andaluzas no responderán a una
necesidad de los propios andaluces sino a los intereses del partido en Madrid.
Y hemos perdido unos valiosos meses para poner en marcha políticas públicas
serias para impulsar el empleo. Deberíamos
tomar nota y no dejarnos engañar de nuevo.
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