La triste realidad de
la economía andaluza, el altísimo desempleo, la pésima gestión de la sanidad
pública y los serios problemas que tenemos en educación, no han estado en las
conversaciones de la presidenta heredera y del heredero del dedazo. La foto de
la entrevista entre Susana y Juanma estaba destinada a las portadas, pero no a
los problemas de fondo que afectan a los andaluces.
El pasado domingo tuve
la oportunidad de entrevistarme con un grupo de jóvenes que acaban de adquirir
su mayoría de edad y que, por tanto, podrán ejercer su derecho a voto en las
próximas elecciones. Les preguntaba sobre su impresión de la política, de los
partidos políticos, del gobierno de la Junta y mil cosas más en una
conversación agradable y distendida. Me sorprendió que pasados las primeras
arengadas de que todos son iguales y que no confiaban en los políticos,
tuvieran la clarividencia de comenzar a separar y disgregar su pensamiento.
Sus conclusiones eran
contundentes: No aprecian que desde la Junta de Andalucía se le preste atención
alguna a los jóvenes, la educación que se imparte no les anima para nada a
superarse y entrarán la mayoría en una carrera universitaria porque es lo único
que les queda por hacer. Ninguno de los partidos del parlamento se preocupa de
que los jóvenes no tengamos trabajo, que más de del 65% nos en encontremos en
el paro y, dicen como conclusión, para eso ¿para qué queremos un gobierno en
Andalucía?
Sabían separar lo mal
que lo hacen de lo que bien que se podría hacer, dando la impresión de que
hubiesen estudiado los frescos de los hermanos Lorenzetti del Palacio Público
de Siena, para concluir que no votarían a ninguno y que tenían esperanza de que
otras fuerzas políticas nuevas, con empuje y con coraje asumieran de una vez
los problemas reales que tienen los jóvenes y Andalucía en general.
Mientras, en el Palacio
de Gobierno andaluz, los de la sonrisa hablaron de todo sin hablar de nada,
buscando la foto y las caras de la felicidad y de la normalidad, porque entre
bomberos han decidido no pisarse mucho la manguera. Pareciera que tapándose con
la mano, para que no pudiera nadie leer sus labios, se hubiesen dirigido las
famosas palabras del “Vamos a llevarnos bien”. Ambos tienen tantísimo que
ocultar y tantísimo de lo que rendir cuentas que les conviene su pacto de
silencio. Pero se equivocan si piensan que los andaluces van a seguir
aguantando el mal gobierno y la pésima oposición. Y van a ser los jóvenes, a
pesar de su aparente alejamiento de la política, los que comiencen dando un
varapalo a los nuevos actores de la vieja política.
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