sábado, 10 de mayo de 2014

EL BIPARTIDISMO EUROPEO.

Después de la II Guerra Mundial, los países europeos se encontraron con la necesidad de rehabilitación urgente de su economía y de la aplicación de políticas para la recuperación social. Bajo el mando y apoyo aliado de los Estados Unidos, se pudo en marcha el Plan Marshall en busca de acelerar dichos procesos. Inmerso en el mismo se encontraba la polarización de los bloques, comunista y occidental, que marcó el inicio de la Guerra Fría y la necesidad de caminar hacia un Estado del Bienestar que sirviera de freno a la opción soviética.

El escenario al interior de los países pronto colocó las dos grandes opciones que podrían abordar la estrategia marcada en cada país: socialdemocracia y conservadores. Ambas habían firmado un pacto de sangre para conseguir estabilizar la situación en una Europa dañada, al mismo tiempo que se consagraban como alternancia en los gobiernos para mantener los estados, la gobernabilidad y los procesos de rehabilitación.

Durante 70 años, conservadores y socialdemócratas han gobernado los países europeos (con algunas excepciones como España hasta el final de la dictadura), avanzando en líneas muy comunes y casi sin poder apreciar las diferencias de los que estaban en el poder. El pacto de fortalecimiento de los estados pesaba más que cualquier diferencia ideológica apenas perceptible.

En el desarrollo del plan aparecen las primeras propuestas de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, embrión de lo que posteriormente será la Unión Europea, construida bajo los mismos parámetros de consolidación de las dos tendencias políticas mayoritarias y el paraguas de los llamados Estados del Bienestar para diferenciarse netamente del bloque comunista.

El diseño de las políticas económicas europeas de la actual UE emana de todos esos procesos. De ahí que no debe extrañarnos que la Unión Europea se haya ido construyendo con parámetros bastante conservadores (independientemente de quien gobernara en la misma) y con una estrategia que no controlaba ni el sistema financiero, empresarial, judicial, social ni de política exterior común. Pesaban y pesan mucho más los intereses particulares de cada Estado miembro que la aplicación de políticas públicas que conformaran una Europa realmente Unida.

El apoyo ciudadano que actualmente tienen las instituciones europeas es mínimo. Básicamente porque son reflejo y traslación de los bipartidismos citados que campean en cada uno de los países que la componen, siendo las dos tendencias mayoritarias en todas las instituciones. La percepción del ciudadano sobre Europa no es ya que sirva para poco (pues más del 70% de las políticas que se aplican en los países emanan de la UE), sino que lo que se cuece y decide en Europa está marcado por las tendencias del bipartidismo que no han funcionado en sus propios países y han degenerado en una democracia meramente representativa apta sólo para políticos profesionales alejados de la realidad que vive la población general.

EL 25 de mayo Europa se enfrenta de nuevo a unas elecciones al Parlamento Europeo, afrontando el mayor descrédito de su corta historia. Los ciudadanos europeos vemos demasiado lejos y con poco control ni capacidad de decisión sobre lo que hagan las fuerzas del bipartidismo. La referencia percibida de la población ha sido la intervención de la troika, la obligación de aplicar recortes sangrantes que han puesto al borde del abismo a varios países y ha sumido en la miseria a muchos millones de europeos.

Al tiempo, traducen la realidad política de su país, observando cómo conservadores y socialdemócratas continúan en la pelea del bipartidismo, sin alternativas reales a lo que ahora tenemos y con un fuerte sentimiento de frustración para poder cambiar las cosas. Aparecen nuevas opciones, minoritarias pero bastante alternativas a lo de siempre, que hay que contemplar como viables en el futuro inmediato si pretendemos acabar con ese bipartidismo europeo y nacional. Y los ciudadanos deberían pensar que si bien en este momento no se conseguirá desbancar del poder a unos y a otros, podemos encontrarnos en un camino sin retorno que posibilitará en el medio plazo que ese cambio sea posible.




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