Pensar que la Guerra
Fría terminó con la caída del muro de Berlín es, simplemente, de
bienintencionados. Es cierto que desapareció el bloque socialista soviético y
con ello quedaron abiertas todas las opciones para el desarrollo del otro
bloque, el capitalista, eufemísticamente llamado occidental. Pero en pocos años
pudimos comprobar que la guerra fría iba tornándose en guerra caliente con un
gran número de conflictos armados que han mantenido y mantienen nuestro planeta
en guerra permanente.
En estos momentos,
Ucrania se convierte en epicentro de la lucha de poder de los bloques. Todo
parece apuntar a un desenlace de guerra civil a las puertas de Europa
permaneciendo la Unión Europea agazapada por sus necesidades del gas ruso. Pero
los conflictos no han cesado en otras partes del mundo: Afganistán, Irak,
Líbano, Palestina, Siria, República Centroafricana, Sudán del Sur, Congo,
Colombia, Corea, Egipto y otros de baja intensidad que afectan fundamentalmente
al continente africano.
Si la consigna en la
Guerra Fría era dotarse de mayores arsenales para persuadir al enemigo y ambos
bloques se pertrecharon de material atómico suficiente para hacer desaparecer
la Tierra cien veces, en la Guerra Caliente actual lo que prima son los
intereses económicos por encima de todos los demás, con unos beneficios
extraordinarios para las empresas armamentísticas que hacen su agosto
particular.
Lo que ha cambiado en
el tablero son los actores. Hoy intervienen muchos más que entonces: China, que
está comprando tierras en medio mundo, sobre todo América Latina y África;
Rusia, que aprovecha su poderío en recursos naturales para poner en jaque;
países emergentes como Brasil, India, Sudáfrica e Indonesia que juegan sus
cartas cada vez más potentes. En medio, como siempre, los países empobrecidos
que sufren en su territorio y con su gente los intereses de unos y otros por
hacerse con sus riquezas, poniendo en peligro permanente la estabilidad
política, social y económica, abortando las opciones de desarrollo real y la
aplicación de estrategias basadas en las políticas públicas.
Es cierto que el final
de la Guerra Fría ha alejado (momentáneamente) el peligro de un conflicto
nuclear, pero no lo es menos que los arsenales siguen intactos, renovados y
listos para ser utilizados en cualquier momento. Mientras tanto, continuaran
jugando a las guerras de sus intereses particulares, considerando a la mayoría
silenciosa mundial como simples peones a utilizar en un diseño malvado de
ignominia y desesperación.
Los organismos
internacionales, especialmente Naciones Unidas, ya no son garantía de nada.
Hemos visto como pasan de puntillas sobre conflictos muy graves y sólo han
cumplido bien con su misión de asistencia humanitaria a desplazados y víctimas
de los conflictos. Es decir, la plasmación de su misión sería la
correspondiente a una gran ONG mundial, más que a un estamento vigilante del
cumplimiento de los derechos humanos, la paz y el desarrollo mundial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario