sábado, 7 de marzo de 2015

CORRUPTÓMETRO


Los niveles de corrupción en la administración pública han alcanzado sus mayores índices en la historia de nuestra democracia. De lo descubierto hasta la fecha, el corruptómetro nacional está encabezado por el Partido Popular, seguido a escasas décimas por el PSOE y ,en tercer lugar, Convergencia i Unio. La trama Gurtell, la Púnica, los Eres, Caso Formación, Palau y decenas de escándalos más, sitúan nuestro sistema de partidos en un verdadero problema para la ciudadanía.

En los países más avanzados estos asuntos se han resuelto hace tiempo. Los electores no se plantean ningún dilema sobre si apoyarán a quien haya robado más o menos, simplemente dejaron de votarles hace mucho tiempo. En nuestro país parece imperar la lectura interesada de que todos los partidos son iguales, es decir, todos roban, para eliminar o disminuir el daño causado por los casos de corrupción e intentar dejarlos a un lado en el debate electoral. De ahí el permanente recurso al “y tú mas”.

Llevamos años de retraso en la concepción política de la administración de todos, en la gestión del bien común para la mejora de nuestras condiciones de vida, contando con un nivel bastante bajo en el perfil de nuestros políticos. Los electores, que son realmente los que mandan, no pueden apoyar a ningún partido que haya metido la mano en la caja, que no haya sabido controlar los fondos y a quienes los manejan y que no haya sabido gestionar bien lo que es de todos. Así de simple.

Otro lastre de nuestra concepción política viene dado por la arrogancia de erigirse en “representantes” olvidándose de la ciudadanía durante todo el periodo de gestión. La aplicación de políticas públicas se hace en beneficio de la población y lejos de ellas deben quedar la utilización partidaria de las instituciones para pelear por disputas ajenas a la gestión encomendada. Elegimos políticos gestores de nuestra realidad y planificadores del futuro, no representantes para que hagan lo que les de la gana (la mayoría de las veces lo distinto a lo indicado en el programa electoral), ni gallos de pelea que convierten nuestra dinámica política en una feria chabacana repleta de insultos e ineptitudes.

Es necesario y urgente cambiar nuestra mentalidad a la hora de decidir a quién colocamos al frente de las instituciones y, según lo anterior, debe partir del principio de no votar a ninguna formación que haya gestionado mal, propiciado casos de corrupción o no controlado la administración de fondos. En segundo lugar, dejar a un lado a aquellas formaciones políticas que se adueñan de la representación para continuar con el circo. Necesitamos grandes políticos gestores de lo público y no políticos militantes de carrera a cargo del erario público.

Es que no aprendemos.


2 comentarios:

José Luis dijo...

Tan obvio que recuerda aquella frase de un prestigioso español ya fallecido: Pobre país! Donde hay que demostrar lo evidente!

José Luis dijo...

De Sócrates es la cita, !qué barbaridad!!cómo pasa el tiempo!