La aplicación sistemática de
recortes, por parte del gobierno del PP, ha afectado a todos los capítulos de
los presupuestos generales del Estado. La población española ha sufrido, en sus
propias carnes, aquellos que les repercutían directamente así como la subida
generalizada de impuestos. Las reducciones en Política Exterior y Cooperación
han sido brutales, reduciendo a la mínima expresión nuestra presencia en el
mundo, consiguiendo un insignificante peso como país y colocando un baluarte,
como la cooperación internacional al desarrollo, en uno de los puestos más
bajos de la Unión Europea.
Salvando nuestra presencia en el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como miembro no permanente, es
decir, por dos años, el peso de nuestra política exterior ha adelgazado tanto
que hoy no se nos tiene en cuenta en ninguno de los ámbitos internacionales de
decisión y hemos perdido nuestra conexión histórica, social, cultural y
política con América Latina. En este último caso, no solo porque hayamos
reducido nuestro presupuesto, sino por intentar mantener una posición
paternalista y de poder que, tanto los propios países como los organismos
regionales de integración que han puesto en marcha, han ido superando de forma
progresiva. Estos organismos: UNASUR, CELAC, MERCOSUR, SICA, tienen hoy un peso
autónomo que no precisa de viejas formas de plantearse las relaciones
internacionales.
La reducción en Cooperación al
Desarrollo ha sido un verdadero escándalo. Hoy España dedica el 0’17 %,
lejísimos del 0’34% del anterior gobierno y a años luz de las recomendaciones
de la ONU de dedicar el 0’7% a este rubro. Desde el Ministerio de Margallo se
ha venido aplicando un diseño de acciones Low Cost que a nivel formal
mantuvieran el tipo de nuestra presencia mediática en los foros internacionales
de la cooperación. Bastaba descorrer la cortina para comprobar que detrás de
las palabras en foros, jornadas, cumbres y encuentros internacionales, no había
absolutamente nada. Hemos perdido en menos de cuatro años una posición de
referente y en crecimiento para entablar procesos serios de desarrollo en
decenas de países, para llegar a convertirnos en un país de propaganda de la
cooperación.
La “Marca España” ha quedado
bastante maltrecha. Hoy nadie nos reconoce como un país serio y decidido a
coadyuvar en los procesos internacionales de desarrollo. Nuestros cooperantes
internacionales han tenido que regresar a sus casas a centenares y el buen
hacer de decenas de ONG de Desarrollo se ha visto frenado por las inclemencias
de los recortes.
Costará recuperar todo lo perdido
a pesar de que contamos con los recursos humanos y organizaciones de primer
nivel para nuestra presencia en el exterior. Esta oscura etapa del PP en el
gobierno será recordada como la peor desde que España dejó de ser un país
receptor de ayuda para pasar a ser país donante.
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