Los mensajes que el Partido
Popular ha puesto en funcionamiento sobre el final de la crisis son
absolutamente ciertos. Vale que estamos en campaña electoral y les toca
aferrarse a lo macro para indicar que vamos mejor, aunque conocen perfectamente
que la realidad de la mayoría de la población no ha cambiado desde la
aplicación de las políticas de austericidio. Vale que la oposición, en todas
sus vertientes, se aferre a la crítica de que millones de personas continúan
atenazadas por los males de los recortes, haciendo bandera de ello para sus
argumentarios electorales. Todo ello va a formar parte de los discursos de este
año electoral.
Pero lo que no hemos detectado,
con suficiente fuerza, es que los efectos de las reformas y recortes impulsados
desde la Unión Europea, el FMI, el Banco Mundial y aceptados y aplicados por
nuestros dos últimos presidentes, Zapatero y Rajoy, han dibujado un nuevo
escenario de vida, un cambio de paradigma en las relaciones laborales, los
salarios, la prestación de servicios básicos fundamentales en salud y
educación, en las adquisiciones de vivienda, apoyo a la dependencia, desempleo
y emigración, que han cambiado en ocho años la foto fija de nuestra sociedad.
Es decir, lo que comenzó siendo
una crisis del Sistema Financiero Internacional, ha sido utilizada por ese
propio sistema, defensor del capitalismo a ultranza, para instalar con la
complicidad de los gobernantes de turno nuevas formas en la gestión de lo
público, reconduciendo el “estado del bienestar” hacia cotas de menor
bienestar, más indefinición y muchas menos certezas, elementos que garantizan a
este nuevo nivel de capitalismo el control sobre la población en general: la
inseguridad.
Es muy posible que la jugada haya
sido diseñada desde las mesas del ingenio Bilderberg y que, obviamente, les ha
salido muy bien. Pero más allá de raíces conspiradoras, lo que es cierto es que
la crisis ya ha terminado, porque sus efectos se han instalado y ya funcionamos
con las consecuencias que la aplicación de esas políticas citadas han tenido
sobre nosotros.
Lo que puede venir, a partir de
ahora , es una mejora en la situación o un empeoramiento de la misma, pero los
efectos sobre el núcleo ya están funcionando. Ello nos lleva a la siguiente
reflexión: hemos de continuar hablando de la crisis o, por el contrario, hemos
de ir trabajando en una propuesta alternativa a corto, medio y largo plazo para
conseguir un nuevo cambio de paradigma.
Si los políticos alternativos se
empeñan en el discurso precrisis se están equivocando, porque lo que hay que
desmontar es todo un sistema corrupto, capitalista, neoconservador y alejado de
los intereses ciudadanos. Si por el contrario diseñan nuevas ideas para dibujar
un escenario distinto en las relaciones humanas y centran su trabajo en
procesos de unidad y convergencia frente a un enemigo poderosísimo, estarán
acertando.
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