lunes, 27 de septiembre de 2010
VERGÜENZA MALAYA
Nos enfrentamos a uno de los juicios más largos en el tiempo de la corrupción política municipal en España. Los “malayos” han tenido el espacio suficiente para preparar muy bien sus defensas desde el menor al mayor de los implicados en esta trama de ladrones sin piedad. Marbella se ha visto empañada por el latrocinio y la mala gestión durante varias décadas, y ahora estará presente en los medios durante algunos años más hasta que concluya con la resolución judicial para los imputados.
Independientemente de los centenares de millones de euros robados a las arcas públicas y los trapicheos urbanísticos, delitos que se juzgarán en la vista que comienza hoy en los juzgados de Málaga, de la gran cantidad de imputados del caso (de muchos signos políticos), de las mezclas con historias del corazón de algunos de ellos; particularmente merece la pena destacar como uno de los grandes daños ocasionados a la democracia.
Si ya la clase política aparece como el tercer problema de la sociedad española en la valoración de las encuestas del Centro de Investigación Sociológica (CIS), a partir de ahora y en ciernes de la celebración de las elecciones municipales en mayo próximo, la desidia irá creciendo. El caso Malaya ha conseguido elevar a la enésima potencia lo que popularmente es considerado como una inevitable relación entre poder y corrupción personal. Los malayos, que han perdido toda su vergüenza como personas, se han dedicado a robar descaradamente a los ciudadanos y al Estado, han recibido miles de comisiones por obras urbanísticas de dudosísima legalidad. Y tal será su juicio, como ladrones de guante blanco, que merece el desprecio general de la opinión pública.
Además de ello, el agravante más pernicioso a nivel democrático ha sido la reconfirmación de que en los ayuntamientos españoles se roba, se puede hacer fácilmente y que, efectivamente, la política está para beneficiarse de ella obteniendo ostentosos emolumentos sea por la vía que sea.
El descrédito de la política y de los políticos sube enteros con los gurtel, los bigotes, los Muñoz, los Roca y decenas más de sinvergüenzas profesionales. Muchas personas se reafirmarán en sus fáciles convicciones de que todos son iguales, alejándose de su presencia en las urnas, bien como forma de protesta consciente o como rechazo frontal a todo lo político. Sus efectos en la credibilidad de la democracia y, sobre todo, de la gobernanza municipal, diezman el esfuerzo de cientos y miles de alcaldes y concejales por realizar una buena gestión al frente de sus ayuntamientos.
Este agravante no será tenido en cuenta en el juicio pero sería interesante que en algún momento se oyera hablar de él en el seno de los partidos que colocaron como sus representantes a semejantes individuos.
Tarde lo que tarde, deberíamos tener una sentencia ejemplar que consiguiera devolver los fondos robados a la mayor brevedad posible y mantener en prisión a los ladrones con una pena acorde con el delito cometido. Mientras, desde nuestro sentir ciudadano, hemos de redoblar el esfuerzo por recuperar la ilusión de que puede haber políticos que nos gestionen los temas municipales desde la honradez, la ética y la dignidad, aunque ahora mismo parezca mucho pedir.
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