lunes, 2 de mayo de 2011
PRIMERO DE MAYO
Ayer participé durante un rato en la manifestación del primero de mayo en Málaga. Nunca antes habían asistido tan pocas personas, 1.000 manifestantes escasos, reclamando la supresión de la reforma laboral y pidiendo a gritos otra huelga general.
Los sindicatos convocantes, UGT y CCOO, cada vez tienen menos capacidad de convocatoria y en la función pública andaluza cada vez menos representación. En las pasadas elecciones del 28 de abril ambos sindicatos han salido vapuleados en los resultados por otras propuestas sindicales.
Me preocupa una participación tan exigua cuando las reivindicaciones son tantas, con casi 5 millones de parados en España y por encima del 21% de desempleo, llegando el juvenil al 50%. Pero es obvio que los parados no estaban en la manifestación. Los sindicatos mayoritarios se han ido ganando a pulso, con sus acuerdos en distintas etapas con varios gobiernos, que los trabajadores dejen de creer en ellos. No tienen capacidad ni de movilización ni de convocatoria y cada vez representan a menos.
Y es curioso que este distanciamiento se de cuando las condiciones de trabajo están bajando con respecto a años anteriores, no sólo a nivel de salarios sino de calidad en el empleo, aumentando el trabajo basura, mileurista en el mejor de los casos, aumentando el desempleo, bajando o congelando las pensiones, aumentando la edad de jubilación y cambiando los criterios para ajustar la cantidad de la misma.
Así como la ciudadanía critica a la clase política en cualquier tipo de encuesta o sondeo por su mal hacer y sus escasos niveles resolutivos, también se aleja de las organizaciones sindicales criticando su ineptitud e incapacidad de conseguir mejorar la calidad y cantidad del empleo y, sobre todo, una lucha sin tregua contra el desempleo que está ahogando a este país.
Esto, que es una realidad, no es bueno. Una sociedad debe contar con referentes sociales y políticos que sirvan de interlocución para la resolución de los problemas de la comunidad. Una sociedad sin participación ciudadana y organizaciones que la representen convenientemente, es una sociedad condenada a la oscuridad.
Lo que está claro es que el personal cada vez cree menos en las organizaciones clásicas actuales, tanto sindicales como políticas, y que estamos obligados a buscar nuevos tipos de organización, más abiertos, más cercanos a los ciudadanos, más comprometidos con el bien común que con los intereses propios partidarios. Por eso no desespero ante esta situación de rechazo, sino que confío plenamente en la responsabilidad de la ciudadanía para dar un vuelco completo a esta situación de ignominia y desencanto, recuperando la ilusión por mejorar nuestra situación social.
Para ello cada vez estamos más dispuestos a apoyar esas nuevas alternativas, que nos ayuden a todos a salir del bache del desencanto sabiendo elegir bien.
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