lunes, 18 de julio de 2011

ARENAS MOVEDIZAS

El conocimiento de los ingresos de Arenas ha provocado la indignación de los millones de mileuristas andaluces y españoles, que ven cómo desde la política (gestora de nuestros apretones de cinturón) se forran sus máximos responsables. Introducir en la gestión de lo público los niveles de austeridad necesarios va a costar bastante, porque los que aterrizan en esto vienen con una intención de hacer su particular agosto. A sus señorías les cuesta entender que su paso por la política debe ser un servicio ciudadano que se presta durante un determinado periodo de tiempo y en el que se percibe un salario (no digo que tenga que ser estrecho) por su dedicación exclusiva a defender los intereses de lo comunitario y para realizar políticas en defensa de las necesidades que la sociedad tiene. Es bien simple, pero estos argumentos son rebatidos permanentemente por la denominada “clase política”, que intenta permanecer en los cargos institucionales el mayor tiempo posible de su vida activa y percibir unos altos salarios sobre los que sólo aspira a superarlos con el siguiente cargo a ostentar. Estos políticos profesionales, abandonaron hace muchísimo tiempo sus empleos privados o públicos (si es que alguna vez lo tuvieron) para hacer carrera de la política. Pasan de unos cargos a otros, en la mayoría de las ocasiones en una especie de ascenso de escalafón que les haga tocar cada vez más poder y ganar más dinero. Ante eso muy poco podemos hacer los ciudadanos aunque quizás nos quede algún camino: delimitar por ley el tiempo de ocupación de un determinado cargo público puede ayudar a que la gente no viva de esto. Fijar un tope de ocho años en la ocupación de un determinado puesto puede facilitar un saneamiento de los gestores políticos. Al mismo tiempo, podríamos fijar unos salarios más igualitarios al resto de la población no permitiendo que nuestros políticos pasen necesidades y favoreciendo que tengan unos emolumentos suficientes para poder dedicarse sin fatigas a los quehaceres del bien común. Eso sí, a cambio han de ponerse el mono de trabajo y currarse el tema, porque hay algunos diputados sean del Congreso o del Parlamento Andaluz, que sólo aparecen por las respectivas cámaras a votar lo que ya tenga decidido su partido. Concebir la representación pública obtenida mediante elección democrática como un periodo de servicio al país o a la comunidad autónoma, debería ser la primera lección del manual de los aspirantes a políticos. Y nada mejor que acotar ese periodo poniendo límites a los mismos y a los salarios a percibir por su dedicación. Los ciudadanos deben de ir teniendo claro que no todos los partidos políticos son iguales y donde encontremos estos principios debemos apoyar sus propuestas porque luego sólo nos quedará el quejarnos cuando nos enteramos de los desproporcionados salarios de nuestros representantes públicos.

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