miércoles, 20 de julio de 2011

SOMALIA, SOS.

Naciones Unidas ha declarado la situación de “Hambruna” en Somalia, que se ha producido por un largo periodo de sequía en el cuerno de África, agravada por la guerra y la subida de los precios en los alimentos básicos. Más de 12 millones de personas se encuentran en una situación crítica y se cuentan por decenas de miles los muertos por hambre en la zona. Caminando, bajo unas condiciones climáticas imposibles, cientos de miles de personas se dirigen a las fronteras de Kenia y Etiopía, en un último intento por conseguir ayuda en esos países. Los campos de refugiados están absolutamente desbordados y continúan los datos de muerte de centenares de personas, dos tercios de ellos niños, diariamente. La ONU ha encendido las alarmas de emergencia y ha solicitado a los gobiernos ayuda urgente para esta grave crisis humanitaria, dando prioridad en la acción a ACNUR (ayuda al refugiado), UNICEF (Infancia), la FAO (Alimentación) y la OMS (Organización Mundial de la Saluda), para que coordinadamente actúen en paliar la situación de la población afectada. Salta la indignación de las organizaciones no gubernamentales que ya venían denunciando la situación en Somalia desde hacía varios meses sin que nadie les haya hecho el menor caso. Una vez más la capacidad del Sistema de las Naciones Unidas es puesta en duda, debido a que no es explicable que haya dejado que la situación llegue a este extremos, que no interviniera mucho antes con programas de emergencia y que nuevamente las agencias del sistema hayan actuado de forma descoordinada. A diferencia de otras situaciones que requieren de una intervención armada (Afganistán, Libia, Líbano, etc…) donde la reacción se puede contabilizar en horas por parte del Consejo de Seguridad y el apoyo de los estados miembros; en los casos de atención de emergencias como las que nos ocupa el sistema de NNUU funciona mal, tarde, sin recursos y sin el apoyo de los estados. La capacidad de alarma, el necesario nivel de previsibilidad con el que debe actuar la ONU, ha fallado una vez más, acudiendo a última hora a paliar la situación y no interviniendo hace meses cuando le fue demandado por las ONGS internacionales. Sirva esta reflexión como denuncia del mal funcionamiento de un sistema mundial que presenta distintas varas de medir según las zonas y los tipos de personas donde se producen las catástrofes humanitarias; de denuncia a los gobiernos occidentales que han mirado para otro lado cuando habían sido advertidos con suficiente rigurosidad y antelación. De denuncia a la sociedad civil que sólo reacciona cuando la catástrofe presenta un determinado número de muertos y la misma ya es inevitable. Tenemos que hacer un esfuerzo para recuperar la solidaridad y la cooperación con los que menos tienen, exigiendo a los gobiernos su responsabilidad en evitar este tipo de desastres y demandado una reforma urgente del Sistema de las Naciones Unidas que actúe con mayor nivel de efectividad en zonas de extrema necesidad. De estas situaciones todos somos responsables.

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