CRECIMIENTO ECONÓMICO EN AMÉRICA LATINA

Los datos sobre la economía en América Latina, ofrecidos por la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), nos muestran un crecimiento del 4,7% en la región en 2011 y una previsión para 2012 del 4,1%. Es importante señalar que para llegar a esa media de crecimiento regional hemos de observar tres realidades distintas. Por una lado, las economías de los países del área sur, donde el crecimiento es muy superior a la media, encabezado por Argentina con un 8,3%, Perú con el 7,1% y Uruguay, Ecuador, Paraguay y Chile en torno al 6%. De otro lado, el área centroamericana que en su conjunto acelera su crecimiento en el 3,8% de media y los países del Caribe que se alejan mucho de la media con un crecimiento del 1,9% en 2011. Es necesario destacar el dato del crecimiento sostenido de Brasil, Venezuela, Colombia y México en torno al 4% que vienen consolidando esas cifras desde hace varios años lo que les permite afrontar con cierto grado de planificación su desarrollo sostenido. Así mismo, el crecimiento de Panamá de un 8,5%, enmarcado en la fuerte actividad generada por el canal en el último año, y el de Haití de un 8%, explicado por las fuertes ayudas económicas en cooperación tras el terremoto del año pasado. Los datos, globalmente considerados, son bastante positivos si los comparamos con el crecimiento europeo, en torno a un 2% o el de España, previsto en un 0,8% para este año. Sin embargo nos muestra algunas lecturas que conviene tener en cuenta para extraer conclusiones reales. Como todos sabemos, las cifras macroeconómicas no siempre nos indican que el crecimiento sea proporcional a toda la población. La redistribución de la riqueza sigue siendo uno de los problemas reales de la economía en los países latinoamericanos, ampliándose el poder adquisitivo en determinadas clases y aumentando el número de pobres. A excepción de los países más sostenidos, México y Brasil, donde la equidad forma parte de una distribución más simétrica de las economías familiares, el resto presenta cada vez más distancia en la redistribución, crecen los datos en positivo de las grandes empresas al mismo tiempo que aumentan las situaciones de pobreza y de extrema pobreza. En el caso de Argentina hay un repunte serio de las maltrechas clases medias después del corralito, que apuntan a una recuperación importante en los niveles de ingreso y gasto de los argentinos, así como en Panamá, cabeza del crecimiento del istmo centroamericano. Pero en estos casos y en los de Perú, Ecuador y Uruguay, hemos de señalar la falta de previsibilidad para encauzar la economía hacia un desarrollo más sostenido que evite caer en los altibajos y, sobre todo, sirva para afrontar la equidad en la población más vulnerable. El desarrollo endógeno se positiva con los datos globales pero es necesario trasladarlo a los niveles básicos de la salud, la educación, la cultura, el empleo, la incorporación de la mujer, si queremos realmente contar con resultados a medio y largo plazo. Para ello sería básico profundizar en la necesidad de avanzar en los mecanismos de integración regional que permitan afrontar los niveles de negociación con terceros con un mayor peso, evitando las negociaciones bilaterales de los tratados de comercio. Igualmente, caminar hacia la moneda única en América Latina sería un impulso avanzado en los procesos de globalización económica. Así mismo revisar los niveles de producción para la exportación y reducir sus importaciones ayudarían a estabilizar el crecimiento proporcional en la región. Aún así, los datos señalados son bastantes optimistas y dan un cierto balón de oxígeno a las economías latinoamericanas para poder afrontar una remontada de la crisis mundial con ciertas expectativas. Los duros planes de ajuste estructural sufridos en los años 90 deben hacer reflexionar a los actuales gobernantes sobre la necesidad de ajustar el cinturón de gasto de sus administraciones de cara a evitar sobresaltos que hagan caer en picado las expectativas del comienzo de este decenio.