Los datos sobre el
desempleo en Andalucía son escalofriantes a pesar de la última EPA que no hace
sino recoger los contratos estacionales. Mucho más preocupante el número de
familias en las que ningún miembro trabaja y la reducción de las ayudas y
subsidios cada vez a más personas.
El turismo ha vuelto a
salvarnos este verano con un incremento mínimo sobre el año anterior, gracias a
las revueltas en Túnez, Egipto y Turquía, que nos han derivado cientos de miles
de extranjeros. Pero a nadie se le escapa que el verano se termina y nos espera
un otoño demasiado duro y un invierno absolutamente helado.
Además del turismo,
Andalucía ha repuntado en el consumo de frutas y hortalizas (más baratas para
llenar la canasta) así como de la carne de pollo, en detrimento del cerdo y la
ternera. Nuestro aceite, que sostiene la economía de decenas de miles de
familias, también se encontrará con problemas en la próxima cosecha por la alta
competitividad en el mercado internacional de la producción brasilera para el
consumo americano y la bajada del consumo en nuestro país.
Es cierto que si uno
realiza una fotografía de lo llenos que se encuentran los chiringuitos,
restaurantes, bares, hoteles y hotelitos, puede hacerse la pregunta de ¿dónde
está la crisis?. Pero no es menos cierto que todos sabemos en Andalucía que lo
peor de la misma está por venir.
Mientras el gobierno
andaluz de la autodenominada izquierda se dedica a recomponerse invirtiendo un
tiempo precioso a sus temas de partido y la derechona continúa en la inopia más
absoluta, los andaluces miran con pavor el futuro que les espera sintiéndose
más desolados que nunca, abandonados a su suerte.
Les encantaría a los
socialistas instaurar la cartilla de racionamiento para productos básicos a sabiendas
del populismo que ejercería sobre la población. No han sabido (o no han
querido) hacer su trabajo durante más de 30 años al frente de la Junta de
Andalucía. Hemos contado con una ayuda europea multimillonaria y con tiempo
suficiente para perfilar nuestro Plan Estratégico de Desarrollo que diera como
resultado la diversificación de nuestra economía y sentara las bases para una
mejor redistribución de la riqueza. Pero se han quedado estancados en el
subsidio, la subvención, el amiguismo y las bocas agradecidas calculando el
rédito electoral que ello les reportaría. Han dilapidado la oportunidad de
construir una nueva Andalucía centrándose en exclusividad en el mantenimiento
del poder por el poder.
Por suerte cada vez son
más los andaluces que les van a reclamar su responsabilidad a esta izquierda
vetusta, aletargada y trasnochada. Y lo harán en las urnas eligiendo otras
opciones de savia nueva que no viva anquilosada en el siglo XX y en la guerra
fría, sino que esté pendiente del porvenir de esta tierra maltratada.
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