Ya nadie en España
espera que el Presidente Rajoy hable. Bueno, al final hablará para decir lo que
ya ha dicho hasta ahora, o sea, nada de nada. En medio de un escándalo
monumental por el caso Bárcenas, que afecta nuestra credibilidad como país y de
nuestra democracia como sistema, Mariano se ha negado a ponerse al frente de
semejante fiasco pasando por alto las responsabilidades que corresponden al
cargo.
Desoye Rajoy al
Parlamento, al Congreso de los Diputados que está pidiendo su comparecencia
como un clamor en el desierto, incluso amenazando con presentar una moción de
censura como último recurso, a sabiendas de que el Presidente podría obviar su
presencia a pesar de la moción. Es una acción a la desesperada.
Desoye a la ciudadanía
que le reclama que aparezca, que de la cara, que informe y que sea
transparente. La transparencia se deja de momento para plasmarla en alguna Ley
aunque nadie haya dicho que no se pueda ser transparente aunque no exista la
Ley.
Desoye a los grandes
bancos internacionales, a las agencias de noticias mundiales, que casi
unánimemente indican la opción de que dimita y deje la presidencia en manos de
alguien no “manchado”, como pudiera ser la vicepresidenta Soraya. A todo el
mundo desoye y amenaza con concluir su legislatura porque no ve ninguna razón
para tener que plantearse otra cosa.
Su estruendoso silencio
debe orientarnos sobre los efectos perniciosos para la situación que vive
nuestro país. Nuestra deuda aumenta y prácticamente debemos en estos momentos
lo misma cantidad de nuestro PIB. Pasando la estacionalidad veraniega para el
empleo, se vaticina que el paro volverá a crecer y que nuestra economía, lejos
de recuperarse y comenzar a crecer, continuará cayendo en 2014.
Posible corrupción,
pésima gestión económica que ha congelado el gasto familiar y por tanto el
crecimiento, recortes insufribles en sanidad, educación, subida de tasas e
impuestos hasta la saciedad, colocan a Rajoy en el punto de mira para ser
catalogado como el peor Presidente de nuestra democracia.
El PP sabe que está
tocado y a punto de ser hundido. Por eso se realizan varios movimientos dentro
de sus filas para reparar el barco y poder continuar la partida antes de que se
produzca el desastre. Saben perfectamente que el castigo en las próximas
elecciones, sean cuando sean las mismas, está garantizado por una población
cada vez más cabreada con tanto despropósito.
Lejos de caer en el
desencanto o desafección hacia la política, abultando la abstención, la
ciudadanía debe asumir su responsabilidad y cambiar de representantes apoyando
aires frescos y políticas nuevas para recuperar nuestra dignidad que pretenden
robarnos.
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