Andamos tan enfrascados
en los problemas del país que apenas nos da tiempo para disfrutar de los
pequeños placeres que nos ofrece la vida. Entre primas de riesgo, bajadas de
bolsa, el paro, la crisis, los corruptos de varios lados, gobiernos en la
picota y malandrines de la política, se nos olvida hasta aprovechar los
espacios de relax y la maraña de malnacidos nos estropean lo cotidiano.
No hay conversación en
un café, en un paseo, en un chiringuito que no pase por darle un repaso a la
actualidad de la desafección hacia la política, en un gira que gira de una
espiral dolosa que convierte nuestra rutina en un sin vivir. Incluso en la
época estival, donde deberíamos desconectar del peso de la losa, no podemos
apartar demasiado tiempo del imaginario colectivo lo mal que estamos.
Tampoco deberíamos
desconectar del todo, porque entonces estaríamos olvidando la cantidad de
perrerías que están haciendo con nosotros saliendo impunes de todo o de casi
todo. Pero un respiro sí que toca darse: unos buenos paseos por la orilla de la
playa, por los paseos marítimos, jugar con los hijos o con los nietos, una
cerveza fresca o tinto de verano contándonos lo que nos haya ocurrido durante
el año, preguntarnos por la salud, refrescarnos la memoria de las amistades y
tener la oportunidad de estar unos días sin hacer absolutamente nada.
Las vacaciones son cada
vez más cortas, tanto por el presupuesto destinado a las mismas como por la
necesidad de incorporarse cuanto antes a la actividad laboral, aquellos que
como privilegiados la tenemos. Estaremos menos días disfrutando del ocio total,
gastaremos menos reduciendo nuestras comidas en terrazas, pero es básico que
tomemos estos días para poder enfrentar un otoño que no sólo se presenta
caliente sino que es muy posible nos traiga algo de magma de volcanes en
erupción.
Después de un cuasi
apaciguado veranillo tendremos que resituar el asunto de la crisis económica,
política y social que vivimos en nuestro país. Por unos días le daremos
descanso (aunque hablemos de ella), pero la crisis forma parte ya de nuestro
presente y de nuestro futuro, viéndonos obligados a enfrentarla en todas sus
vertientes.
Así que a reponer
fuerzas, a disfrutar lo que se pueda y a prepararse para lo que se viene
encima. Aquellos instalados en el poder por el poder, los que nos han metido en
este pozo que parece sin fondo, no deben respirar aliviados porque estemos de
asueto. Deben preocuparse de la reacción porque han conseguido que la
ciudadanía despierte y esté dispuesta a ponerlos en su sitio: mandarlos a la
cola del INEM.
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