Cuando aparecen las noticias
sobre el Ébola, da la sensación de que prefiramos mirar para otro lado o,
simplemente, pensar que eso es cosa de cuatro países africanos que se
encuentran muy lejos de nuestra realidad. Suele ser una válvula de escape intencionada
para desprendernos rápidamente de la necesidad imperiosa de enfrentar una
posible pandemia mundial.
Actualmente, los países más
afectados por el virus del Ébola, en su cepa más agresiva y mortal conocida
como Ébola-Zaire (o Congo), son Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry, pero su
gran capacidad de contagio ha puesto en la lista de países peligrosos a
Nigeria, Burkina Faso, Guinea Bissau, Costa de Marfil, Mali y Senegal. De
momento, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), han perdido la vida
3.500 personas en los tres primeros países y el nivel de infectados se
multiplica cada día llegando a alcanzar 10.000 a mediados de septiembre.
La agencia de Naciones Unidas se
ha puesto manos a la obra para detener los contagios, pero parece una tarea
ingente el controlar a millones de ciudadanos de esta zona sin conocer a
ciencia cierta el origen del virus. Sobre el terreno, han reconocido que sin
medicamentos paliativos y tratamientos eficaces, la epidemia puede obtener un
grado superior de pandemia en muy poco tiempo. Afectaría a más de diez países
de la zona y se corre el grave riesgo de que atraviese el continente africano,
lo que tendría unas consecuencias incalculables para la población mundial.
Es vergonzoso que la comunidad
internacional no haya tomado en serio la propagación de la enfermedad y hablen
con la boca pequeña de que “hay que hacer algo”, cuando el momento actual
requiere de una intervención a gran escala, global, eficaz y urgente. Se trata
de salvar el máximo número de vidas posible, pero también de evitar que la
propagación y voracidad del virus se convierta en un problema mundial e
incontrolado. Pero no están a la altura de la necesidad los políticos del
momento. Con la mitad del coste que supone la intervención militar aérea contra
Estado Islámico, podría contenerse la propagación y acelerar los procesos de
investigación en fármacos eficaces. Cuestión de prioridades.
Cientos de organizaciones
europeas están presionando para que a nivel político se le de prioridad uno a
la intervención sobre el Ébola sin que hasta el momento hayan tenido éxito en
su demanda. Pero mucho me temo que la intervención no llegará hasta que algunos
países occidentales vean el peligro en sus propias narices y quizás sea
demasiado tarde para reducir los efectos y atender una situación de emergencia
general. Mientras seguirán muriendo muchas personas sin ningún remedio.