miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA CASTA


Se ha puesto de moda (discurso de Podemos), hablar de la “casta” para referirse a aquellos grupos y personas relacionados con el poder político, financiero, empresarial y mediático, que mandan y han mandado en nuestro país. El adjetivo, califica su intencionalidad de que nada cambie, que sus privilegios sigan intactos y que de modificar algo sea para obtener mayor tajada.

Ha calado el mensaje en todos los sectores señalados, sobre todo en el político de donde todos quieren salirse de la definición, con argumentos tan peregrinos como: “yo no soy casta, mi padre es fontanero”, de Susana Díaz, Presidenta heredera de la Junta de Andalucía, o “ ellos también son casta ya”, de Esperanza Aguirre, otrora Presidenta de la Asamblea de Madrid y mandamás en el PP madrileño. Cientos de personas de la “casta” que esgrimen argumentos justificativos para negar que durante decenas de años han coadyuvado, por acción u omisión, a empeorar las condiciones de vida del pueblo llano, erigiendo en clase política sin la cual nada sería posible.

Se han aferrado a una concepción de la vida pública excluyente, donde los únicos ejecutantes y tomadores de decisiones eran ellos, que para eso les había elegido el pueblo, baluarte de la democracia conseguida en nuestro país tras la muerte del dictador fascista. Se han apropiado del concepto global de democracia y de todos los beneficios y presencias en parlamentos, instituciones, consejos de administración de empresas públicas y privadas, para convertirse en la “casta” dirigente, en vanguardia de lo que pensaba el pueblo soberano que les votaba en las urnas.

En el espectro de los pertenecientes al grupo, su capacidad, su preparación personal, cualidades para la función pública, han ido desmejorando conforme avanzaba el tiempo, teniendo en la actualidad una casta política de muy bajo nivel y aferrada a los beneficios que obtienen de su pretendido servicio público. El cordón umbilical que los une con las otras castas (financiera, empresarial, mediática) forma un entramado cuasi mafioso, originando corrupciones de alto y medio nivel, habiendo conseguido una desafección ciudadana hacia la política y los políticos, siendo más grave aún hacia las instituciones.

Así que nadie se rasgue las vestiduras. Haber pertenecido o pertenecer a la “casta” se elige, es una opción como la de no querer pertenecer o no haber pertenecido nunca. Lo importante es saber que la calificación para ser “casta” no la designa ningún tribunal popular revolucionario a la antigua, sino las propias acciones u omisiones de las personas que han hecho posible la denigración de nuestro país.


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