Además de la Diada en Cataluña y
los recuerdos del 11S en Estados Unidos, no debemos olvidar que en la misma
fecha se produjo el golpe de estado fascista que terminó con las aspiraciones
de cambio del pueblo chileno. Después de haber engañado al Presidente Allende
asumiendo la comandancia de los ejércitos, Augusto Pinochet perpetró un golpe
sangriento y que sumió a Chile en años de oscuridad, muerte y exilio.
El gobierno de la Unidad Popular
(UP) había llegado al poder en las elecciones de 1970. El desarrollo acelerado
de muchas de sus propuestas sociales y económicas pronto hicieron saltar las
alarmas en Estados Unidos que no podría permitir que en su patio trasero se
instalara y consolidara una segunda vía al socialismo. Ya tenía su espina
clavada con la revolución cubana y si el ejemplo cundía en otros países se
podría llegar al socialismo por cualquiera de las dos vías.
Maquinó, estructuró y planificó,
en connivencia con los militares golpistas y la derecha chilena, toda una serie
de movilizaciones y huelgas que desestabilizaran al gobierno de Allende, al
tiempo que sirviera de aviso a navegantes para aquellos países que intentaran
una aventura similar. En menos de dos años la CIA había conseguido instalarse
en las entrañas del ejército, el poder económico capitalista y los extremistas
de derecha que sirvieron de peones civiles para el proceso de desestabilización
interna.
Uno de los problemas internos que
tuvo la Unidad Popular fue el gran número de siglas y partidos que conformaban
la coalición. Aunque el gobierno de Allende tenía marcada una línea clara de
ejecución de las políticas públicas y la presencia en el exterior, no es menos
cierto que algunos de los grupos integrantes de la UP tensaban la cuerda según
sus intereses políticos o ideológicos, provocando en ocasiones pasos acelerados
en cambios que deberían haberse dado como procesos y no por decreto ley. Estos
ritmos acrecentaron los tiempos de los golpistas a las órdenes de Estados
Unidos y se apresuraron con los planes previstos.
Pero no podemos olvidar el
aprendizaje que deja para la historia una situación que puede volver a
repetirse en cualquier momento y en cualquier lugar, incluso en las democracias
occidentales. La injerencia norteamericana, lejos de haber desaparecido,
continúa más viva que nunca: Honduras, Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador,
Argentina, etc., utilizando métodos y tácticas diferentes, sin descartar la
vuelta a los posibles enfrentamientos fraticidas provocados desde el exterior.
Chile está aún recuperándose de
los efectos psicológicos de miles de desaparecidos, asesinados y presos del
régimen fascista. El miedo continúa instalado y saben que los peligros no han
desaparecido. El atentado terrorista del pasado día 8 de septiembre ha
encendido todas las alarmas. Recordamos a todos los chilenos que sufrieron por
la inquina despiadada de la CIA y los golpistas de la extrema derecha chilena,
en el deseo de que nunca jamás revivamos estas historias.
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