Sesudos analistas, politólogos y
tertulianos, analizarán el fenómeno “PODEMOS” como una suerte de confluencias
que partieron del 15M, la crisis económica y política, la corrupción
generalizada, la crisis europea y cincuenta causalidades que englobarán en un
simple “han aprovechado la coyuntura”.
Es posible que lleven razón, pero
no es menos cierto que la irrupción de PODEMOS va mucho más allá de todas las
coyunturas citadas. La gran mayoría de la ciudadanía siente el hartazgo hacia una
clase política (casta), que se ha adueñado de las instituciones, que no solo ha
demostrado su ineficacia para resolver los problemas que afectan a los
ciudadanos, sino que además los ha agravado.
Una clase política que se ha
vendido a los intereses del capital financiero, castigando al pueblo llano a
rendir pleitesía a la banca y cargando en su deuda pública rescates millonarios
que todos tendremos que pagar sin obtener ningún beneficio a cambio. Una clase
política que busca desesperadamente alianzas para no perder cacho, continuar
mangoneando y manteniendo su status de poderosos, en lugar de preocuparse de
cómo salir a delante recuperando el valor de lo público, de las instituciones y
de la esperanza para millones de ciudadanos.
Me atrevería a decir que, más que
aprovechar una coyuntura, desde PODEMOS han sabido ver con nitidez la necesidad
de cambiar el rumbo de nuestro decrépito sistema, horadado por cientos de
agujeros malolientes, con personajes siniestros, mal preparados, chulescos,
mafiosos y subidos a un pedestal para aprovecharse de la vida pública.
Prostituidos por el dinero, el poder y el prestigio, convertidos en grandes
empresas políticas con un personal a mantener en cargos públicos y enchufados,
por el que están dispuestos a pelear a sangre y fuego.
El cambio de rumbo de PODEMOS es
claro en su planteamiento inicial: “tenemos la obligación de repensar el estado
español, recuperar la dignidad del funcionamiento de lo público y echar a la
casta de una vez para colocar al pueblo como prioridad de la ejecución de las
políticas públicas”. Y esa declaración de intenciones va a venir acompañada de
un diseño real, práctico, factible y realizable, de todas las medidas a tomar
desde el gobierno para cambiar nuestro país.
Se inicia el proceso de Asamblea
“Sí se puede”, donde toda persona que lo desee puede participar, elaborando las
propuestas organizativas, de programa y estrategias para el cambio posible. Lo
hacen, además, con un mensaje de transversalidad y horizontalidad que les
permitirá consolidar una presencia mayoritaria en la sociedad, alejados de
dogmatismos trasnochados, sin caza de brujas ni torquemadas para prender las
hogueras: “El pueblo es el que tiene que definir qué país desea y el pueblo
somos todos”.
Es una apuesta que ilusiona, atacada
por los mil frentes del establishment político, financiero, empresarial y mediático, que
sin duda marcará un antes y un después en la vida política española.
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