lunes, 8 de septiembre de 2014

LA CUESTIÓN PALESTINA.


Aplacada la violenta, injustificada e innecesaria intervención militar de Israel en la franja de Gaza, debemos aprovechar la oportunidad para volver a reflexionar sobre la resolución definitiva de este conflicto, que en esta ocasión ha costado la vida a dos mil palestinos ( de ellos 700 niños) y sesenta israelitas, así como la destrucción del 40% de Gaza y daños en edificios e infraestructuras básicas.

La creación del Estado de Israel, en 1948, se hace en territorio histórico palestino. Era el pago de occidente al holocausto y las presiones sionistas en Estados Unidos. Desde entonces, su principal preocupación ha sido arrinconar, aislar y controlar a los árabes palestinos en los territorios ocupados, primero en Cisjordania y Gaza con una extensión importante, que seguidamente comenzaron a colonizar reduciendo a la mínima expresión dichos territorios.

Los palestinos han sufrido la aniquilación física y también un proceso psicológico de desprecio de sus vidas, de su futuro y realidad. En 1988, cuarenta años más tarde, se proclama el Estado Palestino que aún no es reconocido por la mayoría de los países, aunque cuenta con presencia en el seno de las Naciones Unidas. Las distintas intifadas, los ataques permanentes de Israel con una participación activa de agentes del Mossad en territorios palestinos, los conflictos entre Israel y Líbano con persecución directa sobre los palestinos, su persecución en Jordania y otros países de asilo, han creado una situación insostenible para un pueblo que solo reclama su identidad territorial.

El apoyo que Estados Unidos presta a Israel es vergonzoso e interesado. Por un lado, debido al muro o freno que supone tener un aliado de tal envergadura en la zona, sirviendo de escudo y vanguardia a los intereses norteamericanos y, de otro, por los excelentes negocios en armamento que las empresas yanquis realizan con Israel, uno de sus principales clientes en el mundo. Israel, que partió como estado ficticio, se convirtió de inmediato en aliado estratégico para los intereses de occidente, mirando para otro lado en momentos de violencia desproporcionada.

Superadas las fases de la OLP, los palestinos se plantearon la necesidad de jugar la baza diplomática de alto nivel. No bastaba con la presencia combativa en las calles palestinas y había que desterrar las acciones militares fuera del territorio, se trataba de ganar aprecios y voluntades de países en todo el mundo para poner freno a las ansias expansionistas y genocidas de Israel. Mucho ha avanzado Palestina en este campo y mucho le queda por hacer.

La presión constante de Israel lleva a muchos palestinos a radicalizar su lucha, pero la gran mayoría de ellos desean el reconocimiento de su estado y comenzar una vida libre de la presencia y yugo israelita, una convivencia lo más pacífica posible y tener el derecho a vivir en paz y libertad.

Debemos aprender de las consecuencias de la imposición israelí y tomar posturas de calado en la comunidad internacional, no permitiendo a Israel la violación de los Derechos Humanos, poniendo en primer puesto de la agenda internacional compromisos de ambas partes y dando pasos para superar el conflicto con medidas permanentes y duraderas.

Si la comunidad internacional deja pasar esta coyuntura para tomar decisiones serias, en poco plazo nos enfrentaremos a un nuevo conflicto en la escalada. La paz en la zona es una cuestión de todos y el respeto a los derechos humanos, también.






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