Todas las constituciones modernas
recogen el latiguillo de que la soberanía recae sobre el pueblo. Es como un
soniquete que intenta empañar lo que a posteriori sucede y es que quien decide
realmente son los poderes políticos.
Miles, decenas de miles o cientos
de miles, según las fuentes, han salido a las calles a protestar en demanda de
su derecho a decidir y argumentando que son el pueblo y que se les tiene que
escuchar que para eso son los soberanos. No cesan en su empeño por la demanda y
día tras día aparecen mujeres, hombres, niños, jóvenes, de todos los sectores
sociales para fortalecer su demanda. Unas protestas transversales que ponen en
entredicho las decisiones del gobierno central.
El gobierno se ampara en la Ley y
en la obligatoriedad de su cumplimiento: Nada por encima de la Ley o la Ley por
encima de todo, esgrimiendo el argumento con rotundidad y señalando a los
osados ciudadanos que pretenden otra cosa (creyéndose soberanos). Sin embargo,
la gente continúa saliendo a la calle y cada día con más convencimiento de que
llevan la razón y que tienen derecho a decidir, que votar es la expresión más
democrática de las que se puedan poner en práctica y que los avances de dicha
democracia exigen apertura de mente y vista de largo alcance.
Ante la negativa feroz del
gobierno central, los líderes de las protestas y manifestaciones, han amenazado
con pasar a una fase de desobediencia civil bajo la premisa de: “si no atienden
nuestros derechos que creemos fundamentales no podremos obedecer lo que nos
parecen decisiones injustas y arbitrarias”. Los más aguerridos incluso han
amenazado con tomar edificios públicos institucionales del estado, como medida
de presión para que se les escuche y su protesta sea conocida en los confines de
la Tierra.
La negativa del gobierno central
continúa y amenazan con hacer recaer la Ley sobre dichos líderes y promotores
si el movimiento no cesa. No están dispuestos a que las movilizaciones se
multipliquen a otras regiones del país ni a dar soluciones que puedan ser
copiadas por otros descontentos. Siempre hay algún político mandamás que señala
artículos de la Constitución para amenazar con aplicarlos y retirarles
competencias o el status que ya tienen y, posiblemente, poner ante la justicia
a los promotores que desacatan el cumplimiento. Sobre la desobediencia civil
que se vayan olvidando, el que no obedezca tendrá sanciones. Como ven un
gobierno central inmovilista, caduco y falto de opciones políticas a poner
sobre la mesa.
Si realmente la soberanía recae
en el pueblo, es este quien debería decidir en cada momento por dónde deberían
orientarse los avances de la democracia. El gobierno central debería analizar
las distintas opciones y ponerlas encima de la mesa para que, al final, la
soberanía del pueblo decida. Pero me temo que lo único que harán será aplicar
la represión.
Efectivamente, como se han
imaginado, no les estaba hablando de Cataluña, sino de Hong Kong.
1 comentario:
Me has pillao! Muy bueno ese final. R.
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