Basta colocar a los medios en el
epicentro de un peligro inminente para la seguridad sanitaria en occidente,
para que por arte de magia desaparezcan de la faz de la tierra todos los
problemas que nos afectan de lleno. Es la estrategia y táctica del arrinconado,
de los gobernantes que se encuentran con la soga al cuello y necesitan de un
respiro para ordeñar las mamaderas de los estados y de su orden mundial.
Desde el mes de marzo el brote de
Ébola en África amenazaba con extenderse a gran velocidad si la intervención de
la comunidad internacional no se ponía en marcha. No se puso, principalmente
porque los enfermos eran los de siempre, pobres negros de países remotos que
están acostumbrados al hambre, a la muerte y al abandono. Naciones Unidas y
varias organizaciones internacionales subieron la alerta en el mes de mayo,
indicando que el peligro de expansión del virus casi letal podría convertirse
en pandemia y que era necesaria una intervención audaz y firme de los países de
occidente. De nuevo oídos sordos.
Se comienza a reaccionar con los
casos de occidentales infectados en terreno y que son repatriados para su
tratamiento y ahí es donde comienzan a observar como una veta de oro las
bondades que podría tener el dichoso virus para los poderosos de este mundo. De
hacer donaciones fuerte y llegar a los 1.000 millones de dólares que pide la
ONU, nada de nada. España ha donado hasta el momento 427.000 euros, lo que se
gastan en chucherías los señores jetas de las tarjetas de bankia.
Estas bondades vienen dadas por
el hecho de que hoy en día casi nadie habla en nuestro país del paro, de las
enormes cifras de jóvenes sin empleo y los exiliados económicos, de los desahucios, del hambre que atenaza
a centenares de miles de familias, de los corruptos, de problemas en los
partidos rancios ni de alternativas a la salida de una crisis que se ha
instalado en nuestro ADN, o del envío de tropas españolas a Irak, puertas
giratorias o vísperas de elecciones.
A nivel internacional, la opinión
pública ve desaparecer de un plumazo los avances del Estado Islámico, los
bombardeos de los aliados contra ellos, el genocidio en Gaza, la guerra en
Ucrania, los follones en Hong Kong, la guerra fría de Putin contra el resto del
mundo, las pérdidas de vidas humanas saltando vallas y fronteras para
sobrevivir, el hambre y la miseria en varios países africanos afectados por
graves sequías y otra decena de asuntos que pasan al cajón del “mejor no
hablamos de ellos”.
Resulta vergonzante la forma en
que las autoridades españolas han abordado el contagio de la técnica sanitaria,
preocupando a su máxima autoridad diplomática que esto no afecte mucho a la
“Marca España”, pero espeluznante que hayan hecho del asunto, en connivencia
con los medios que manejan, el único asunto sobre el mapa de la piel de toro.
Por suerte, vamos madurando como sociedad y sabemos qué es lo que persiguen y
cuáles son sus intereses. Y les estamos esperando a la vuelta de la esquina.
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