miércoles, 1 de octubre de 2014

VIVIR DE LAS RENTAS.


Si los partidos políticos que participaron en el diseño de la transición, acordando una Ley Electoral que beneficiaba un bipartidismo alternante, piensan que pueden continuar viviendo de las rentas de sus labores de gobierno, están muy equivocados.  Sólo en países con una estabilidad casi perfecta y una sincronía entre servicios públicos de calidad, bases impositivas y proyección vital, puede conseguirse que la movilidad o alteración política sea prácticamente insignificante.

En el periodo de crisis económica y financiera, desde 2007 hasta no sabemos cuándo, se han generado otras crisis como la política y la social. En esta última, poniendo en grave riesgo servicios fundamentales para la ciudadanía como la Salud o la Educación, gravando la cultura, disminuyendo el apoyo a la dependencia, recortando libertades civiles, condenando al desempleo a cientos de miles de personas, creando un mercado laboral propio de países tercermundistas y alentando el exilio laboral de centenares de miles de jóvenes.

En la crisis política, señalando decenas de casos de corrupción que han salpicado todo tipo de instituciones, desde la Casa Real hasta Consejos de Administración de entidades financieras (cajas de ahorro), políticos corruptos y posible financiación ilegal de los propios partidos políticos, cuentas en paraísos fiscales defraudando al fisco, sobreprecios en obras públicas, sobresueldos, inversiones en fomento cerradas e inútiles, y un sinfín de ejemplos de mala gestión que recaen en gastos sobre el erario público que pagamos entre todos.

La interrelación de estos vectores, crisis política, económica y social, es lo que ha terminado indignando a la ciudadanía, que ha visto como se ha ido tejiendo una tela de araña del atraco, la indignidad y las malas artes en el manejo de lo público. Ha visto como el bien común ha quedado relegado en la filosofía de la clase dirigente para convertirlo en un bien para unos pocos, dotándose de leyes protectoras, indultos, estructuras, consejos consultivos, observatorios, fundaciones, pagadas con el dinero del pueblo al que decían representar.

Es esa misma actuación descarada la que ha hecho que la población vaya tomando conciencia de que no podemos continuar así. A este sentimiento o reflexión política lo llaman antisistema, entrando a combatirlo con todas su poderío desde la política, la economía y los medios de comunicación, que controlan por su dependencia. Un escenario que ni ellos mismos esperaban se produjera, acostumbrados a las grandes tragaderas del personal. No han sabido respetar las reglas del juego y han provocado un verdadero tsunami que nadie sabe en qué puede terminar.

La proyección a futuro pasa por cambiar la vida política, económica y social en nuestro país. Es decir, no es solo el referente político, sino una visión mucho más holística de recuperación de dignidades. Una nueva Constitución para el Siglo XXI que avance en el desarrollo de España como país y coloque de verdad al ciudadano a la cabeza del dicho desarrollo.

A los que han vivido de las rentas durante todo este tiempo y han provocado la necesidad de este cambio, se les ha acabado el chollo. Ya no vamos a permitir más saqueos, corruptos ni usurpadores de lo público. Es la hora del pueblo, de retomar el mando de la situación, de colocar a cada uno en su sitio y de saber que si no hacemos algo ahora lo pagaremos muy caro durante otra larga temporada.



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